“En
un momento determinado tuve que optar: o no creo en Dios o creo en Él con todas
las consecuencias” Su historia ha llenado de asombro a auditorios de todo el
mundo y se extiende viralmente a través de Youtube
Ell secuestro que padeció, gracias al final
feliz, es novelesco como poco. ¿Por qué ha cedido su voz a otro para que construya
el relato?
Soy
arquitecto y no escritor. No tengo la estructura mental ni la pluma de quien ha
firmado este relato. También era necesario que alguien con otra perspectiva
pudiese ensamblar en un hilo narrativo la multitud de recuerdos y material
archivado que conservo.
Durante cuatro meses de cautiverio vivió la
desnudez radical. Y desde que decidió contar su historia, también vive una
desnudez biográfica. Con este libro, ¿queda alguna morada secreta para usted y
su familia?
En mi
familia hay quienes no traspasaron el muro del sufrimiento y no quieren volver
a oír hablar de mi secuestro. Este libro, además, aporta fotografías que hasta
ahora eran inéditas. Eso puede doler, pero yo no quiero guardarme nada. Siento
que he podido construir una metodología de supervivencia que debo comunicar:
tengo un compromiso de deudor.
Re-construir la existencia
Su secuestro se resolvió sin el pago de un
rescate. Más aún, con sus propias manos abrió una puerta trasera en los planes
de los secuestradores: se escapó. ¿Con quién contrajo la deuda?
Con
todos los que rezaron por mí y me sostuvieron. Cada vez que cuento lo que
sucedió es como si fuera ante un comité de accionistas y les dijera: “Vengo a
rendir cuentas de la inversión”.
Con sólo 34 años, Dios le arranca los
planos de su vida y le sugiere que en vez de arquitecto ocupe la silla del
delineante. ¿Por qué no se rebela?
¡Claro
que me rebelé! Pero en un momento determinado tuve que optar: o no creo en Dios
o creo en Él con todas las consecuencias. Si Dios es mi padre, no puede querer
nada malo para mí. La oscuridad y el sinsentido se convirtieron en una
oportunidad única.
Leyendo su historia, da la sensación de que
logró encontrar una especie de pátina resbaladiza por la que su fortaleza
psicológica y espiritual era impenetrable.
Cuatro
días antes de ser apresado, corrí una maratón. Después, en el zulo, corrí
cuarenta y dos maratones estáticas, en el mismo pedazo de suelo. Mientras
corría, rezaba por quienes amaba, sabiendo que ellos también oraban por mí. Me
hice un atleta de la oración y, sí, Dios me regaló ser impermeable.
Las ventanas convierten el paisaje real en
un cuadro. En el zulo en el que fue confinado no había ventanas pero usted se
dibujó paisajes panorámicos. ¿En qué medida no era un autoengaño?
Todos
los mediodías, yo asistía con mi imaginación a la Misa celebrada en algún lugar
del mundo. Iba uniéndome a cada gesto, a cada palabra. En el momento de
comulgar, viajaba al corazón de mi esposa, para recibir a Dios con ella. Al
final, me sentía como si me hubieran inyectado un ánimo sobrehumano. ¿Era una
fantochada? Más bien una cuestión de practicidad: palpaba, hasta físicamente,
una fuerza espiritual innegable.
El tiempo pasa y… ¿salen goteras en el
alma?
Procuro
vivir la intensidad espiritual de aquellos días. Pero ser santo secuestrado es
más fácil que ser santo arquitecto. Yo saboreé la meta. Ahora, trato de llegar
al menos a un término medio: ni vivir de rentas ni tener que padecer otra
situación tan dura para mantener en forma el músculo de la oración.
Los andamios de la libertad
Usted no teme decir que estamos hechos del
mismo adobe que nuestros secuestradores. Logró, de hecho, tener con ellos una
relación de respeto y hasta de preocupación por su error moral. ¿Dónde trazar
la linde entre la caridad extrema y el síndrome de Estocolmo?
Yo
nunca compartí con ellos ni sus objetivos ni sus métodos: desde universitario
peleé duramente contra la teología de la liberación. Tampoco tuve un trato
personal con ellos: más bien participaron de mi monólogo interior. Yo jamás
escuché su voz. Pero mi responsabilidad era compartir con ellos la aventura
espiritual que estaba viviendo.
¿Cómo ha influido la enorme riqueza
espiritual que atesoró esos meses en su diseño de interiores?
La
Biblia de mi arquitectura es la Alhambra de Granada, que guarda la riqueza para
dentro y hacia fuera muestra sobriedad. También me inspiro mucho en la
tradición mexicana, que es como una mujer: más atractiva cuanto más acierta a
coquetear, a dejarse descubrir poco a poco.
Contrafuertes para un mundo en crisis
Su amor patrio ha hecho que no emigrara a
un lugar más seguro. ¿Se puede dar el permiso de habitabilidad a la sociedad
mexicana actual?
Seguimos
teniendo problemas urgentes que resolver. Hace poco secuestraron al hijo de un
amigo mío y lo mataron. Los secuestros sólo terminarán cuando se impida pagar
rescates: basta mirar las estadísticas de otros países latinoamericanos.
La seguridad y la lucha contra el
narcotráfico son las promesas estrella de la campaña electoral en México.
¿Cumplirán los políticos con sus planes de urbanismo social?
He
hablado repetidas veces con el presidente Calderón, con diputados, para que se
prohíba por ley el pago de rescates. Pero no me gusta dar lecciones políticas.
Yo estoy al servicio de personas que puedan encontrar en mí esperanza y ayuda
ante el secuestro de un familiar.
La familia brilla en tu historia como si
fuese un hormigón indestructible, contra el que rebota la irracionalidad y el
odio. ¿Cómo “exportar” este material de eficacia probada para la construcción de
nuestra sociedad?
En mi
secuestro descubrí la eficacia del paso a paso. Y de no dejar de correr. Hay la
oleada de contravalores que intentan destruir los pilares de la ética humana.
Además, una sociedad sin Dios avanza hacia el desastre. Urge que los padres
recuperemos la autoridad moral y que no nos rindamos ante la educación de
nuestros hijos. Por otro lado, nunca vamos a estar lo suficientemente
preparados para una acción social perfecta.
¿Cómo restaurar los cimientos?
Hay
un libro de filosofía tolteca, de los indios mexicanos, que brinda los cuatro
acuerdos: “Sé escrupuloso con tu palabra; no te tomes nada personal, ni las
alabanzas ni las ofensas; no hagas suposiciones: vive intensamente el día a
día; pon lo mejor de ti cada día”. Qué sabiduría más útil, ¿verdad?
Poco
antes de ser secuestrado, el arquitecto Bosco pronunciaba una conferencia en
Los Ángeles, en la que sentenció: “La arquitectura es más que un espacio donde
vivir. La buena arquitectura es la que surge de un profundo pensamiento, de un
silencio, del estudio de la luz y de la sombra, del conocimiento ante cómo
reacciona cada materia, de la preocupación del arte de la creación”. Durante su
segundo alumbramiento, el arquitecto Bosco, entendió cada letra del título de
aquella conferencia: “La riqueza del espacio interior”.
Libro
“257 DÍAS”. Bosco: la historia real de un hombre que no se dejó vencer por el
miedo
Autor:
José Pedro Manglano. Edit. Planeta.
Barcelona (2012).
Bosco
Gutiérrez Cortina, arquitecto mexicano, fue secuestrado en 1990 por una banda
terrorista internacional. Permaneció 9 meses confinado en un zulo de un metro
de ancho por tres de largo, bajo la supervisión constante a través de cámara de
vídeo. Durante cuatro meses permaneció desnudo y las 24 horas aturdido por una
cinta de música. A lo largo del cautiverio apenas tuvo un colchón, una
palangana de agua, una Biblia, un libro en préstamo y algún papel.
En
aquel entonces era padre de cinco hijos (hoy nueve). Su familia hacía gestiones
para el pago del rescate, mientras Bosco esperaba absolutamente aislado.
Durante los primeros días el reo se derrumbó y permaneció tumbado sin comer ni
beber. Pero, en un momento dado, sufrió una conversión interior que le marcó
profundamente y le llevó a desarrollar una metodología de supervivencia. Dios
intervino de un modo fascinante. Los secuestradores nunca se comunicaron
verbalmente con él (sólo por escrito). Sin embargo, Bosco protagonizó una
asombrosa experiencia espiritual y de auto-superación. Finalmente, tras 257 días
encerrado, en un descuido de sus guardianes, logró escaparse.
Ya en
libertad, Bosco Gutiérrez siguió ejerciendo de arquitecto. Diez años después de
recuperar la libertad comenzó a dar conferencias por el mundo relatando su
secuestro.