lunes, 24 de diciembre de 2012

Tengo una pregunta para el Papa


En el Encuentro Mundial de las Familias en Milán Benedicto XVI abordó temas sobre el divorcio, la conciliación laboral y la crisis económica
 


CAT TIEN: Vengo de Vietnam. Tengo siete años. Me gustaría mucho saber algo de tu familia y de cuando eras pequeño como yo.

BENEDICTO XVI: Gracias, querido. El punto esencial para nuestra familia era siempre el domingo, aunque éste empezaba ya el sábado por la tarde. Mi padre nos leía las lecturas del domingo. Al día siguiente, íbamos juntos a Misa. Mi casa estaba cerca de Salzsburgo, así que teníamos mucha música -Mozart, Schubert, Haydn- y cuando empezaba el Kyrie era como si el cielo se abriese. En casa, era muy importante, naturalmente, la comida juntos. Mi hermano es un gran músico, componía ya desde pequeño para todos nosotros, y toda la familia cantaba. Hacíamos viajes juntos y dábamos largos paseos; vivíamos cerca de un bosque, y caminar por los bosques era algo muy bonito: aventuras, juegos, etcétera. Veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en nuestros padres y hermanos. Creo que en el Paraíso debe ser parecido a lo que viví en mi juventud. En este sentido, espero ir a casa, cuando vaya al otro lado del mundo.

SERGE: Somos Fara y Serge, y venimos de Madagascar. Nos conocimos en Florencia, donde estábamos estudiando. Somos novios desde hace cuatro años.
FARA: Queremos casarnos y construir un futuro juntos. Hay una expresión que nos atrae más que ninguna otra y, al mismo tiempo, nos asusta: el «para siempre».

BENEDICTO XVI: El amor es absoluto, lo quiere todo y, por tanto, también la totalidad del tiempo: es para siempre. Desafortunadamente, el enamoramiento es hermoso, pero quizá no siempre perpetuo, igual que sucede con el sentimiento: no permanece para siempre. Por tanto, se ve que el paso del enamoramiento al noviazgo, y luego al matrimonio, exige varias decisiones y experiencias interiores. Es hermoso ese sentimiento de amor, pero debe ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, es decir, deben entrar también la razón y la voluntad; deben unirse razón, sentimiento y voluntad. En el rito del Matrimonio, la Iglesia no dice: «¿Estás enamorado?», sino: «¿Quieres?; ¿estás decidido?». Es decir: el enamoramiento debe convertirse en verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino, esto es el noviazgo, de purificación. Que todo el hombre pueda decir: «Sí, ésta es la vida que yo quiero».

NIKOS: Somos Nikos y Pania, la familia Paleologos. Venimos de Atenas. Cuando sobrevino esta durísima crisis económica, los clientes se redujeron drásticamente. Llegamos a pagar a duras penas los sueldos de los dos empleados.
PANIA: ¿Qué puede decir la Iglesia a estas personas y familias que ya no tienen perspectivas?

BENEDICTO XVI: Las palabras no bastan. Debemos hacer algo concreto. Debería crecer el sentido de la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden realizar, que entiendan que la política es responsabilidad humana y moral frente a Dios y frente a los hombres. Tal vez el hermanamiento entre ciudades, entre familias, entre parroquias, podría ayudar. Que una familia de Occidente, de Italia, de Alemania, de Francia... asuma la responsabilidad de ayudar a otra familia. Y, del mismo modo, en las parroquias, en las ciudades: que realmente asuman responsabilidades, ayuden en un sentido concreto.

JAY: Somos la familia Rerrie y vivimos cerca de Nueva York. Éstos son nuestros seis hijos, que tienen entre 2 y 12 años.
ANNA: Las instituciones y empresas no facilitan la conciliación de los tiempos de trabajo con los de la familia. ¿Cómo ayudar a las familias a vivir la fiesta según el corazón de Dios?

BENEDICTO XVI: Hay empresas que ven que conceder un poco de libertad al final repercute en el bien de la empresa, porque refuerza el amor por el trabajo. Querría invitar desde aquí a los empresarios a pensar en la familia y a pensar también en cómo ayudar a que las dos prioridades puedan conciliarse. Me parece muy importante el domingo, Día del Señor y, como tal, también día del hombre, porque somos libres. Defendemos la libertad del hombre al defender el domingo y las fiestas como días de Dios y, por tanto, días para el hombre.

MARÍA MARTA: Me llamo María Marta, él es Manuel Ángel. Somos de Brasil. Llevamos 34 años casados y somos ya abuelos. Como médico y psicoterapeuta familiar, entramos en contacto con muchas familias. Notamos una acentuada dificultad para perdonar y aceptar el perdón.
MANUEL ÁNGEL: Algunas de estas personas que se casan de nuevo querrían volver a acercarse a la Iglesia, pero al no poder acercarse a los sacramentos sienten una gran desilusión.

BENEDICTO XVI: El problema de los divorciados que se vuelven a casar es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia hoy. Y no tenemos simples recetas. Lo más importante es prevenir, profundizar desde el inicio en el enamoramiento. Además, es bueno acompañar a las personas en su matrimonio, para que las familias nunca se encuentren solas. En cuanto a estas personas, debemos decir que la Iglesia las ama, pero ellas necesitan ver y sentir este amor. Si bien no es posible que reciban la absolución en la Confesión, pueden tener un contacto permanente con un sacerdote, con un guía del alma. Aunque no puedan recibir corporalmente la Comunión, pueden estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Es muy importante que se les ayude a comprenderlo. Sus sufrimientos son un don para la Iglesia, porque sirven también a todos los demás para defender la estabilidad del amor, del Matrimonio.









sábado, 22 de diciembre de 2012

Herir la sensibilidad de un creyente levanta ampollas

Por encima de la libertad individual está la dignidad humana. Y respetar las creencias religiosas de una persona es algo básico para su dignidad

Conoce muy bien el Islam; está considerado el mayor experto en esa materia del Vaticano. El padre Miguel Ángel Ayuso Guixot ha pasado 20 años (de 1982 a 2002) como misionero comboniano en países musulmanes como Sudán o Egipto.

Entrevista de Irene Hernández Velasco a Miguel Ángel Ayuso, secretario de consejo pontificio para el diálogo interreligioso del vaticano 


LUGAR DE NACIMIENTO: Sevilla / EDAD: 60 años / FORMACIÓN: Doctor en Teología por la Universidad de Granada / OCUPACIÓN: Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso del Vaticano / AFICIONES: Jugar al parchís, ver cine clásico español y pasear por la playa / SUEÑO: Ser pastor de un rebaño de ovejas. 

Juan Pablo II aseguró en una ocasión que el Dios de los musulmanes es el mismo que el de los cristianos. ¿Lo es? 
Juan Pablo II aseguró que cristianos y musulmanes vivimos bajo el sol de un único Dios, y por eso podemos llamarnos hermanos en la fe de un Dios único. Adoramos al Dios único, pero creemos en él de maneras diferentes.

El diálogo interreligioso no se basa en poner en discusión nuestra creencia en Dios, sino de tratar de compartir los valores que nos unen en vez de concentrarnos en lo que nos separa. Se trata de compartir la riqueza de nuestros valores y de proyectarnos a la construcción de un mundo mejor, uniendo nuestras fuerzas en nombre de Dios.

¿Es el Islam una religión violenta o no? Todos recordamos la polémica desatada cuando en 2006 Benedicto XVI hizo una alusión en Ratisbona en ese sentido...
No, no se puede absolutamente decir que el Islam sea violento. Lo mismo se podría decir de cualquier otra religión. Las religiones no son portadoras de violencia. Si en la historia ha habido o hay formas de violencia cometida en el nombre de Dios no es debida a la religión en sí misma, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres.

Una cosa es que haya personas que manipulen el mensaje religioso y otra lo que propone la religión. Que haya sucesos violentos provocados por quien manipula la religión es condenable, pero el común de los creyentes musulmanes se distingue por su sinceridad y sumisión completa a Dios. Tenemos que distinguir entre el Islam, con su credo, su culto y su religiosidad popular, y el islamismo militante de quien manipula la religión para imponer con la fuerza y la violencia una serie de principios contrarios a la misma religión.

¿Es el problema del Islam un problema de líderes?
Es un problema de educación y de formación. Allí donde hay mayor ignorancia, en los ambientes más desfavorecidos, el islamismo trata de inculcar en el sencillo creyente, muchas veces a través del púlpito, una visión de la fe distorsionada. Por eso hay actitudes y gestos violentos de musulmanes populares, como los que en ocasiones se ven en televisión, que responden a la manipulación y a los sermones incendiarios que se pronuncian en algunas mezquitas.

Pero también creo que desgraciadamente los medios de comunicación informan negativamente sobre el Islam, obviando los valores positivos y convirtiendo esa fe en una especie de crónica negra. Porque la realidad es que existen muchas comunidades musulmanas que hacen cosas positivas de las que no se habla.

Hay que apostar por la educación y la formación, pero no sólo de los musulmanes sino también de los cristianos, porque para que haya diálogo y convivencia primero es necesario el conocimiento recíproco y objetivo entre unos y otros. Hoy vivimos en una sociedad globalizada y pluralista que requiere la integración de todos los colectivos desde el respeto y desde la especificidad de las propias identidades, porque si no lo que conseguimos es un melting pot que nos destruye y nos hace perder nuestros rasgos particulares.

¿Pero cómo se articula esa convivencia, que haya niñas musulmanas que van con velo a un colegio público con crucifijos?
Es una cuestión delicada, pero la base debe ser que las personas que llegan a un país se integran en él aceptando sus normas, leyes y principios. La integración comporta el respeto mutuo.

El inmigrante integrado no es sólo el que es bien acogido sino también el que acepta los principios de la sociedad en la que se inserta y que en varios países de Europa incluye que hayan crucifijos en ambientes públicos, como parte del patrimonio cultural y no sólo religioso. Los conflictos que suelen surgir están generalmente protagonizados por personas que reivindican toda una serie de derechos que no serían necesarios si se integraran realmente en el contexto socio-político.

El problema es la reivindicación exacerbada del individuo, su deificación, de manera que basta una palabra para que condicione a toda la sociedad. El éxito de nuestro futuro no vendrá por la reivindicación radical de derechos individuales sino por nuestra capacidad de saber construir una convivencia plural pero respetuosa con la especificidad de cada uno. 

Hace poco se inauguró en Viena el Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso, del que usted es representante cristiano y cuyo principal benefactor es el rey saudí. ¿Cuál es el objetivo de esa institución?
Nace de la voluntad expresa del rey de Arabia, que quiere contribuir personalmente a crear una Humanidad mejor. Esta institución, que no es saudí sino independiente y reconocida por la ONU, tiene como objetivo contribuir a un diálogo eficaz y respetuoso en favor de la Humanidad, que incluye los derechos humanos fundamentales, en particular la libertad religiosa para toda persona, comunidad y en todas partes. La Santa Sede está particularmente atenta al destino de las comunidades cristianas en países donde esta libertad religiosa no está garantizada...


En la propia Arabia Saudí está prohibido profesar cualquier religión que no sea la musulmana. ¿No le parece contradictorio que el rey Abdalá promueva fuera de su casa el diálogo interreligioso cuando dentro de su propio país practica la represión religiosa?
Es un proceso muy largo, y requiere cambios muy difíciles. El rey Abdalá ha impulsado en estos últimos años un espíritu de diálogo nacional para intentar cambiar algunos aspectos de la realidad de su país. Y eso es algo que hay que valorar, aunque yo no niego la realidad de Arabia Saudí que todos conocemos. Sólo en Arabia habría unos 800.000 católicos que no pueden disfrutar de libertad de culto, que como dijo Juan Pablo II es el primer derecho fundamental. 

Donde no hay libertad religiosa la persona no puede gozar en plenitud de su dignidad. De ahí la necesidad del diálogo interreligioso pues, sin hacer referencia a ningún país, reconozco cuan limitada y restringida está la libertad religiosa en varias partes del mundo. 

¿Cómo ve la Primavera Árabe? La situación en Egipto es muy preocupante...
No me gustan las revoluciones. Prefiero las transformaciones. Creo que con la Primavera Árabe se ha querido cambiar de ruta para llevar más dignidad a la persona y caminar hacia un modelo de sociedad más equilibrado, más democrático, por utilizar nuestro lenguaje occidental. Hoy vemos partidos políticos que reclaman justicia y desarrollo.

Se trata de ver si efectivamente la transformación de esas sociedades lleva consigo justicia y desarrollo o si es manipulada para islamizarlas aún más. Estamos en un impasse: no sabemos si la Primavera Árabe va a renovar el Islam o si el Islam se va a radicalizar ante el clamor del pueblo pidiendo apertura.

Muchos sacerdotes en países de Oriente Próximo donde los cristianos son minoría defienden regímenes dictatoriales porque aseguran que protegen más a las minorías religiosas que los Gobiernos salidos de las urnas...
El Vaticano invita siempre a ponerse al servicio del bien común, a ser un punto de referencia, un lazo de unión entre todas las comunidades. No me gusta hablar de minorías o de mayorías, sino de ambientes donde el Islam ejerce un liderazgo. La simple tolerancia no elimina las discriminaciones, a veces las reafirma.

Independientemente de los regímenes, lo esencial es reivindicar que no hay ciudadanos de primera o segunda clase. De aquí la importancia de una integración respetuosa, sin infiltraciones, entre los valores que las religiones proponen y el Estado, con sus leyes y sus principios.

Nuestros Gobiernos deben estar muy atentos a lo que los grupos religiosos proponen como valores, no para influir en la política pero sí para promover una mayor justicia social. La libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz. 

Los musulmanes se quejan de ser objeto de «provocaciones» occidentales. Pienso en las caricaturas de Mahoma o en el filme que desató violentas reacciones. ¿Están justificadas esas acusaciones? 
Herir la sensibilidad de un creyente siempre levanta ampollas, así que me parece importante respetar las creencias, los textos, los grandes personajes y los símbolos de todas las religiones. La libertad de expresión individual no se ve mermada porque se respeten los símbolos y creencias de una fe, porque por encima de la libertad individual está la dignidad humana, y respetar las creencias religiosas de una persona es algo básico para su dignidad.

Le pongo un ejemplo: en Sudán, en tiempos de guerra, una persona en una aldea perdida en el desierto, sabiendo que yo era cristiano y misionero, insultó a Jesucristo. Nunca me había pasado algo así. Me sentí profundamente ofendido, humillado. Nunca olvidaré la cara de esa persona, su rostro de odio. Entonces comprendí lo profunda que puede ser la herida de un creyente ridiculizado o humillado. Evidentemente eso no justifica que como reacción haya colectivos que, tras ser incitados, se echen a la calle violando el derecho a la vida, el más fundamental de todos los derechos.

El problema es que lo que en Occidente se considera una simple sátira en zonas musulmanas de Oriente Próximo es visto como una gravísima ofensa... 
Sí, hay una encrucijada de percepciones entre Oriente y Occidente, entre la imaginería cristiana y la carencia de imágenes del Islam. Y, en ese sentido, lo que para nosotros es la normalidad para ellos no lo es. Lo que los cristianos representamos con imágenes los musulmanes lo representan con la escritura. Tienen muy arraigada la no representación de la divinidad y cuando eso ocurre por parte de quien tiene otra perspectiva se produce un choque.

Los esfuerzos deben ir encaminados a construir un respeto mutuo y a evitar los extremos. Creo que ha habido extremo y provocación también desde Occidente, al publicar en cadena varios medios caricaturas de Mahoma y superar la demarcación de la virtud, que es estar en el medio. En un mundo globalizado tenemos que aprender a ser universales, como los derechos.




miércoles, 21 de noviembre de 2012

Vocación de excelencia en la enseñanza



Artículo de Pedro Rodríguez Mariño, sacerdote

           
Comienzo a escribir la tarde de un domingo lluvioso. No he podido pasear como tengo recomendado. Aunque no siga ninguna en particular, son muchas las competiciones deportivas que se acumulan en los fines de semana, y muchos los equipos que intentan colocarse alto en sus respectivos grupos o ligas, de fútbol o de otras especialidades. Especial tirón tienen la Copa Davis y la Fórmula 1. En otro orden de cosas, pero también competitivo, están las informaciones de las campañas electorales de más o menos rango o cercanía que se van sucediendo, o la celebración de congresos de todo tipo y contenidos: últimas investigaciones, descubrimientos o nuevas técnicas.

Entre éstas y otras noticias los medios de comunicación enhebran las propagandas comerciales que, al ritmo de la oferta y la demanda, casi nos dejan en el regazo o en el paladar los maravillosos productos que anuncian, mientras compiten precios y calidades en continua cascada: escaparates, rebajas, precios inverosímiles, auténticos regalos… Es el esplendor del consumismo. Al final, o en el fondo de toda esta “movida” de calidades y competiciones está la libertad de las personas. Elegimos y elegiremos en todo si podemos, si no estamos impedidos por algún obstáculo. Elegimos prendas de vestir en todas sus variantes: de trabajo, de deporte, informales, elegantes o festivas. Elegimos prensa, libros… Elegimos restaurante y menús. Elegimos personas que nos ayuden en el trabajo e instrumentos para realizarlo… En todo, en todo elegimos y cuando tratamos de ofrecer el servicio de nuestro quehacer profesional procuramos ser competentes, es decir, competitivos.

En este mundo de ofertas y elecciones libres aparecen algunas motivadas por las diferencias de hombre y mujer. Por ejemplo, tiendas de ropa o calzado femeninos, o sólo para caballeros. También en las competiciones deportivas, pruebas masculinas o femeninas. Porque resulta lógico, práctico o conveniente y eficaz. A nadie se le ocurre decir que estas prácticas sean discriminatorias para las mujeres. Todo lo contrario, suponen mayor consideración y atención hacia las mujeres, y también hacia los hombres.

Es praxis en una sociedad desarrollada que el Estado garantice la formación de la juventud hasta el nivel de bachillerato inclusive. Y es signo de ese mismo desarrollo de la sociedad que surjan instituciones dedicadas a la enseñanza que, cumpliendo con los convenientes requisitos de homologación, ofrezcan técnicas o procedimientos distintos a los seguidos en los centros estatales. En esto, como en todo, siguiendo la búsqueda de la excelencia, de lo mejor. Por buenos niveles que alcance la enseñanza estatal no se puede pretender que sea insuperable y la última palabra. La vida es rica en realidades y abundan centros estatales magníficos y centros de iniciativa privada estupendos. La empresa privada, de menor tamaño que la estatal, puede tener más agilidad para ensayar experiencias pioneras, para seguir más de cerca a los alumnos y a los profesores, y promover una investigación más ágil.

No se oculta a ninguno que la educación es un tema amplio y complejo, en el que hace falta inventiva, se está expuesto a fracasos, y los éxitos son arduos. Sobre todo en la edad juvenil, etapa de formación por excelencia. El reciente “Informe de seguimiento de la Educación para todos en el mundo de 2012”, publicado por la UNESCO a mediados de octubre último, sitúa a España a la cabeza de Europa en el fracaso escolar, abandono escolar y paro juvenil. Está claro que en esta materia y ante estos datos todo aporte positivo, que abra camino de esperanza, debe ser bien acogido, favorecido y considerado como orientación aceptable. Y se comprende que el gobierno impulse proyectos de reformas.

Una de las cuestiones debatidas hoy en este mundo de la enseñanza es la Educación Diferenciada. La opción formativa que unifica por razón de sexo a los alumnos: centros sólo de niñas y centros sólo de muchachos, sobre todo en las edades de escolarización que coinciden con el desarrollo físico, psíquico y espiritual de los alumnos. Edades de transformaciones profundas y formación del carácter, con la consiguiente inestabilidad y titubeos. La homogeneidad facilita mucho la tarea de enseñar al profesor, y a la vez la concentración para el aprendizaje. Las evaluaciones confirman los buenos resultados de la enseñanza diferenciada en lo académico y en todo tipo de actividades complementarias. El testimonio de los profesores resulta también definitivo: ¡qué complicado es atender una clase cuando además es mixta, claman los que la sufren! La cosa es más llevadera cuando se trata de alumnos varones nada más, o solamente de alumnas. En una sociedad plural como la nuestra no hay por qué negar la opción de la Educación Diferenciada, naturalmente con la ayuda del concierto económico, a los padres que la elijan para sus hijos.






miércoles, 7 de noviembre de 2012

Ocho jueces dan a su opinión un rango constitucional




Uno puede estar a favor o en contra del “matrimonio gay”, pero lo que se preguntó a los jueces del Tribunal Constitucional (TC) español era si es conforme a la Constitución. Ellos, en vez de responder, han convertido su opinión en sentencia.



articulo de Rafael Serrano / www.aceprensa.com / miércoles 7 de noviembre de 2012


El recurso presentado por diputados del Partido Popular alegaba que “no respeta la definición constitucional del matrimonio como unión de un hombre y una mujer”. Cabía discutir si el art. 32.1 (“El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”) supone efectivamente una definición.

A favor está que la Constitución no menciona la diferencia sexual cuando reconoce los otros derechos fundamentales: en los demás casos pone, casi siempre, “todos”, y en algunas ocasiones, “los ciudadanos” o “los españoles”. También es claro que al decir “el hombre y la mujer”, no “los hombres y las mujeres”, se refiere no a todas las personas en general, sino a quienes pueden casarse. El singular expresa que los dos contrayentes tienen iguales derechos aunque no tengan el mismo sexo.

En contra se puede aducir quizá que el citado artículo simplemente excluye la inferioridad en que antiguas costumbres y leyes dejaban a la mujer en el matrimonio, sin restringirlo a la unión de mujer y hombre.

En todo caso, nadie duda que en 1978, cuando se aprobó la Constitución, ni el legislador ni el cuerpo electoral entendían que una pareja homosexual pudiera ser matrimonio.

Tampoco lo dudan los magistrados del TC. Según lo que se conoce sobre el texto de la sentencia, aún por publicar, el argumento principal de la mayoría del tribunal (ocho contra tres) es que se debe aplicar a la Constitución una “interpretación evolutiva”. Lo que evoluciona concretamente son las ideas dominantes en la sociedad, que ahora son favorables al “matrimonio gay”.

Es comúnmente admitido que una constitución puede quedarse anticuada. El remedio es reformarla. No hace falta, dice la mayoría del TC: para eso estamos nosotros y nuestra interpretación evolutiva. Aunque la Constitución Española de 1978 no reconozca el “matrimonio gay”, la concepción social vigente, sí. La sentencia, entonces, debe de estar llena de encuestas de opinión, en las que el tribunal habrá observado la evolución de las ideas a lo largo de los siete años que ha tardado en estudiar y resolver el recurso.

La “interpretación evolutiva” de la Constitución tiene truco. Parece que sencillamente responde a la evidencia, y esconde que el sentir del pueblo no es evidente: por eso hay institutos de demoscopia, estudios de mercado, sondeos y –para cuestiones de reforma constitucional– referendos. Los jueces de la mayoría, designados para interpretar la Constitución, se han nombrado intérpretes del sentir de la sociedad. Lo único evidente es que han decidido conforme al suyo propio.

El TC, al reconocer que su sentencia no coincide con el sentido original del art. 32.1, en realidad ha dictado una reforma constitucional. Pero eso está reservado al Parlamento, con referéndum preceptivo en determinados casos (art. 167 y 168 de la Constitución Española).

Esta doctrina evolucionista resulta inquietante, con independencia de la opinión que uno tenga sobre el “matrimonio gay”. Quienes creen que es un derecho fundamental, lo ven rebajado a concesión de la corriente dominante, y solo les cabe esperar que otros magistrados no descubran al cabo del tiempo que ha habido evolución en sentido contrario. Ellos, y también los de la postura opuesta, tienen menos seguridad: desde hoy, nuestros derechos quedan sujetos al arbitrio inapelable de unos pocos jueces que dictarán lo que pensamos sin necesidad de preguntarnos.