miércoles, 28 de agosto de 2013

Superar las crisis de identidad sexual



Dos testimonios recientes muestran con sinceridad y valentía cómo, tras superar una crisis de identidad sexual, una persona puede salir renovada y ofrecer comprensión y ayuda cualificada a quienes puedan pasar por parecidos problemas.

www.aceprensa.com /viernes 10 de mayo de 2013


Rosaria Champagne Butterfield explica su caso en una entrevista, con motivo de la presentación de su libroPensamientos secretos de una conversión improbable. El viaje de una profesora de inglés hacia a la fe cristiana”, que ha escrito recientemente en lengua inglesa. Ella era lesbiana y feminista. En 1997 trabajaba como profesora en la Syracuse University de Nueva York, y estaba especializada en estudios sobre el mundo gay. De niña había recibido educación religiosa, pero el escándalo sexual en el que se vio envuelto un sacerdote, al que tenía gran estima, la apartó de la fe y la llevó a “crecer en sus convicciones feministas”.

En octubre de 1997, la Universidad de Syracuse alquiló sus locales al grupo cristiano Promise Keepers para un evento. Champagne protestó formalmente al considerar que tales personas, que según ella defendían ideas machistas, no deberían utilizar las instalaciones académicas. Fue entonces cuando el ministro presbiteriano Ken Smith la retó con suavidad y seriedad formulándole por escrito preguntas cómo “¿Cuáles son tus suposiciones sobre la verdad del cristianismo?” Ella lo llamó, y Smith y su mujer la invitaron a cenar. Así fue como comenzó una sólida amistad.

Después de dos años de relación con este matrimonio, de un diálogo sincero con el cristianismo, y de una intensa lectura de la Biblia, Champagne consideró la idea de cambiar de vida. Un amigo le había aconsejado que podía hacer compatible la relación con su compañera y la fe religiosa. Pero Champagne no encontraba en la Biblia justificación para esa actitud y rechazó ese consejo. De este modo, tras vivir como lesbiana de los 28 años a los 37, cuenta que “un domingo salí de la cama de mi compañera lesbiana, y una hora más tarde estaba sentada en un banco en la iglesia presbiteriana reformada de Syracuse”.

Actualmente está casada con un pastor de la Iglesia presbiteriana reformada y tienen cuatro hijos adoptados. Desde su matrimonio, Champagne abrazó con facilidad y rapidez su relación heterosexual. Esto revela que, al menos en algunos casos, las tendencias homosexuales son reversibles. Ella reconoce en su libro que “mi vida anterior todavía está al acecho en los bordes de mi corazón, brillante como un cuchillo”. Pero tras diez años de matrimonio su relato transmite una profunda satisfacción personal.

Carolyn Moynihan, en un artículo sobre Champagne en MercatorNet considera que “esta es la gran lección de la historia: la amistad con aquellos que son diferentes a nosotros, o incluso que están enfadados con nosotros, por motivos reales o imaginarios. No todos responderán como Rosaria Champagne Butterfield, pero algunos lo harán”.

Un transexual cuenta su experiencia
Otro caso es el de Walter Heyer, quien escribe en La Nuova Bussola acerca de su experiencia transexual. Insiste en que en estos casos es importante explorar la infancia del interesado. Cuando él tenía cinco años, a su abuela le gustaba vestirle de niña con un traje color púrpura; ocurrencia que se repitió muchas veces. A los 10 años, un tío suyo adolescente abusó de él sexualmente, sin violencia y con engaño, dejándole humillado y con una sensación muy negativa.

A los 15 años, Heyer dice que se sentía atrapado en un cuerpo equivocado. Intentó algunos modos de evasión como el alcohol, sin resultado. Posteriormente se casó, tuvo dos hijos, y logró tener éxito profesional. Pese a todo, seguía teniendo deseos de ser mujer. Finalmente, en 1983, terminó en el quirófano del Dr. Stanley Biber; y tras la operación de cambio de sexo afirma que no sacó ningún beneficio psicológico. Heyer nos cuenta que “después de vivir ocho años como una mujer, me di cuenta de que había cometido un terrible error. Mi vida fue destruida y mis hijos fueron devastados por la locura de su padre (…) El trastorno disociativo que padecía solo fue diagnosticado diez años después de la operación”.

Heyer sostiene que “las cirugías de cambio de sexo no hacen más que empeorar la vida de las personas que se someten a ellas”. Respecto a los transexuales, dice que “no es suficiente una actitud de comprensión: se necesita un apoyo psiquiátrico y psicológico para ayudarles a vencer sus problemas”. En su libro Paper Genders, Heyer piensa que “es una locura seguir practicando un procedimiento quirúrgico, que causa un gran sufrimiento, como solución a un trastorno que es psicológico (…). No es aceptable que se ignore deliberadamente los factores que están en la base de trastornos psicológicos responsables de la muy alta tasa de suicidios en las personas transexuales: el 30% de ellas”. Estas ideas se ven confirmadas por un estudio realizado en Suecia, respecto al periodo 1973-2003, acerca de los riesgos de suicidio y trastornos psiquiátricos en las personas sometidas a una operación de reasignación de sexo.

Tras distinguir entre intersexualidad –referida a condiciones objetivas sobre ambigüedad sexual biológica– y transexualidad, Heyer aclara que esta última situación se refiere a un trastorno psicológico. Esta idea es confirmada por una investigación de la Universidad italiana La Sapienza, que desmiente que los transexuales lo sean desde el nacimiento. Heyer ofrece en su web ayuda a los transexuales. Contemplando su trayectoria vital, afirma que “el encuentro con Dios en la oración fue fundamental en la búsqueda de mí mismo (…) Mi fuerza es la de la verdad: hoy yo soy el hombre que Dios ha creado, Walt Heyer, varón, renovado y restaurado”






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