Dos testimonios recientes muestran con
sinceridad y valentía cómo, tras superar una crisis de identidad sexual, una
persona puede salir renovada y ofrecer comprensión y ayuda cualificada a
quienes puedan pasar por parecidos problemas.
www.aceprensa.com /viernes 10 de
mayo de 2013
Rosaria Champagne Butterfield explica su caso en una entrevista, con motivo de la presentación de su libro “Pensamientos secretos de una conversión improbable. El viaje de una profesora de inglés hacia a la fe cristiana”, que ha escrito recientemente en lengua inglesa. Ella era lesbiana y feminista. En 1997 trabajaba como profesora en la Syracuse University de Nueva York, y estaba especializada en estudios sobre el mundo gay. De niña había recibido educación religiosa, pero el escándalo sexual en el que se vio envuelto un sacerdote, al que tenía gran estima, la apartó de la fe y la llevó a “crecer en sus convicciones feministas”.
En octubre
de 1997, la Universidad de Syracuse alquiló sus locales al grupo cristiano
Promise Keepers para un evento. Champagne protestó formalmente al considerar
que tales personas, que según ella defendían ideas machistas, no deberían
utilizar las instalaciones académicas. Fue entonces cuando el ministro
presbiteriano Ken Smith la retó con suavidad y seriedad formulándole por
escrito preguntas cómo “¿Cuáles son tus suposiciones sobre la verdad del
cristianismo?” Ella lo llamó, y Smith y su mujer la invitaron a cenar. Así fue
como comenzó una sólida amistad.
Después de
dos años de relación con este matrimonio, de un diálogo sincero con el
cristianismo, y de una intensa lectura de la Biblia, Champagne consideró la
idea de cambiar de vida. Un amigo le había aconsejado que podía hacer
compatible la relación con su compañera y la fe religiosa. Pero Champagne no
encontraba en la Biblia justificación para esa actitud y rechazó ese consejo.
De este modo, tras vivir como lesbiana de los 28 años a los 37, cuenta que “un
domingo salí de la cama de mi compañera lesbiana, y una hora más tarde estaba
sentada en un banco en la iglesia presbiteriana reformada de Syracuse”.
Actualmente
está casada con un pastor de la Iglesia presbiteriana reformada y tienen cuatro
hijos adoptados. Desde su matrimonio, Champagne abrazó con facilidad y rapidez
su relación heterosexual. Esto revela que, al menos en algunos casos, las
tendencias homosexuales son reversibles. Ella reconoce en su libro que “mi vida
anterior todavía está al acecho en los bordes de mi corazón, brillante como un
cuchillo”. Pero tras diez años de matrimonio su relato transmite una profunda
satisfacción personal.
Carolyn
Moynihan, en un artículo sobre Champagne en MercatorNet considera que
“esta es la gran lección de la historia: la amistad con aquellos que son
diferentes a nosotros, o incluso que están enfadados con nosotros, por motivos
reales o imaginarios. No todos responderán como Rosaria Champagne Butterfield,
pero algunos lo harán”.
Un transexual cuenta su experiencia
Otro caso es
el de Walter Heyer, quien escribe en La
Nuova Bussola acerca de su experiencia transexual. Insiste en que en
estos casos es importante explorar la infancia del interesado. Cuando él tenía
cinco años, a su abuela le gustaba vestirle de niña con un traje color púrpura;
ocurrencia que se repitió muchas veces. A los 10 años, un tío suyo adolescente
abusó de él sexualmente, sin violencia y con engaño, dejándole humillado y con
una sensación muy negativa.
A los 15
años, Heyer dice que se sentía atrapado en un cuerpo equivocado. Intentó
algunos modos de evasión como el alcohol, sin resultado. Posteriormente se
casó, tuvo dos hijos, y logró tener éxito profesional. Pese a todo, seguía
teniendo deseos de ser mujer. Finalmente, en 1983, terminó en el quirófano del
Dr. Stanley Biber; y tras la operación de cambio de sexo afirma que no sacó
ningún beneficio psicológico. Heyer nos cuenta que “después de vivir ocho años
como una mujer, me di cuenta de que había cometido un terrible error. Mi vida
fue destruida y mis hijos fueron devastados por la locura de su padre (…) El
trastorno disociativo que padecía solo fue diagnosticado diez años después de
la operación”.
Heyer
sostiene que “las cirugías de cambio de sexo no hacen más que empeorar la vida
de las personas que se someten a ellas”. Respecto a los transexuales, dice que
“no es suficiente una actitud de comprensión: se necesita un apoyo psiquiátrico
y psicológico para ayudarles a vencer sus problemas”. En su libro Paper Genders, Heyer
piensa que “es una locura seguir practicando un procedimiento quirúrgico, que
causa un gran sufrimiento, como solución a un trastorno que es psicológico (…).
No es aceptable que se ignore deliberadamente los factores que están en la base
de trastornos psicológicos responsables de la muy alta tasa de suicidios en las
personas transexuales: el 30% de ellas”. Estas ideas se ven confirmadas por
un estudio realizado
en Suecia, respecto al periodo 1973-2003, acerca de los riesgos de suicidio y
trastornos psiquiátricos en las personas sometidas a una operación de
reasignación de sexo.
Tras
distinguir entre intersexualidad –referida a condiciones objetivas sobre
ambigüedad sexual biológica– y transexualidad, Heyer aclara que esta última
situación se refiere a un trastorno psicológico. Esta idea es confirmada por
una investigación de
la Universidad italiana La Sapienza, que desmiente que los transexuales lo sean
desde el nacimiento. Heyer ofrece en su web ayuda a los
transexuales. Contemplando su trayectoria vital, afirma que “el encuentro con
Dios en la oración fue fundamental en la búsqueda de mí mismo (…) Mi fuerza es
la de la verdad: hoy yo soy el hombre que Dios ha creado, Walt Heyer, varón,
renovado y restaurado”
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