sábado, 9 de marzo de 2013

Vaticanistas + profetas



 Para los periodistas, el vaticanista es una especie o subespecie que permanece en hibernación. Quiere decirse que realmente trabaja 'ogni morte di Papa' (cada muerte de Papa).

artículo de Rubén Amón / www.elmundo.es  y artículo de Juanjo Romero / www.conoze.com

Artículo de Rubén Amón

En el bestiario de los periodistas, el vaticanista es una especie o subespecie que permanece en hibernación. Quiere decirse que realmente trabaja 'ogni morte di Papa' (cada muerte de Papa), una expresión castizo-romana que no alude tanto a los cónclaves en sí mismos como a los hechos que ocurren cada mucho, mucho tiempo.


Se entiende así el desconcierto que ha procurado a los 'vaticanisti' la renuncia de Benedicto XVI. No se habían repuesto de la cobertura del cónclave de 2005 -ocho años de reposo con la excepción de algún viaje- cuando se encuentran de nuevo en las vicisitudes de las quinielas, de los aforismos y de las especulaciones informativas, sin olvidar otros recursos del fondo de armario que aportan pintoresquismo y lirismo a la escualidez de las crónicas. Se me ocurre, por ejemplo la tentación de relacionar la lluvia -ha caído a cántaros en Roma- con la metáfora de la catarsis celestial.

Los vaticanistas son una casta. Una estirpe tan endogámica como los críticos taurinos y los enviados de guerra, pero, a diferencia de éstas últimas categorías, no es fácil identificarlos por el vestuario (la guayabera delata al crítico taurino tanto como el chaleco multibolsillos delata al aguerrido corresponsal bélico). Convengamos que llevan gafas -los vaticanistas- incluso cuando no les hacen falta, como hacía Benito Floro con sus lentes de atrezzo para construir su intelectualidad.

Y que hablan 'piano' -los vaticanistas- , como si estuvieran (o se estuvieran) confesando. Acaso un síntoma inequívoco del sigilo que se impone en los pasillos de la Santa Sede y que ellos mismos interiorizan en la estela de Stanislavski. También se parecen los vaticanistas a los periodistas que hacen carrera en Bruselas. Me refiero al uso de un lenguaje propio y al abuso de una terminología que los lectores únicamente pueden desvelar con ayuda de un diccionario medieval o con la solidaridad de un sacerdote de la familia. Un problema de comunicación que reproducen en casa a cuenta de los latinajos y que ha provocado muchos desórdenes familiares, en plan: 'Papá no te entiendo cuando hablas'.

El hermetismo por ósmosis es tan característico del vaticanista como la imaginación. Y como la inmunidad y hasta la impunidad, pues muchas de las conclusiones periodísticas, extraídas de las sombras, de las conspiraciones, de los misterios, de los susurros, en realidad no hay manera de cotejarlas. Especialmente cuando se justifican citando 'fuentes de todo crédito' y preservándolas en el anonimato, no vaya a descubrirse que las noticias se ha producido por la vía metafísica de la revelación.

El padre Lombardi, portavoz del Vaticano, agita los brazos como un náufrago cada vez que pretende cuestionar una ocurrencia informativa de los 'vaticanisti', pero sucede que los medios humanos de la Santa Sede resultan bastante precarios para contener la avalancha de noticias enigmáticas y escandalosas. Muchas de ellas proyectadas estos días a escala universal porque hay 5.000 periodistas acreditados en Roma que se abastecen de la sobreactuación de los especialistas locales.

De hecho, el 'Washington Post' sostenía estos días que los vaticanistas tienen cada vez más influencia en los cónclaves por la repercusión de las informaciones y porque los cardenales se regocijan en las quinielas de los papables. Se citaba el ejemplo de John L. Allen jr, cronista de la CNN en cuyo 'oscuro pasado' curiosamente figura un libro de culto para neófitos, 'Cónclave', que descartaba categóricamente la candidatura de Joseph Ratzinger como aspirante a la sucesión de Wojtyla.

Esta clase de escarmientos explica que los vaticanistas de nuestro tiempo prefieran manejar una lista de papables suficientemente nutrida para jactarse de haber predicho el desenlace del Habemus papam! - 'ya lo dije yo'-, exactamente igual que hacen los periodistas deportivos en el mercadeo de noticias e intoxicaciones: aciertan con un fichaje después de haber mencionado 300.

Existe el vaticanista español, en una especie de subfamilia, que tiene la costumbre de aludir a ¿fuentes vaticanas? para otorgar credibilidad a una noticia. Háganme caso, cuando un vaticanista español alude a las fuentes vaticanas lo único, que ha sucedido es que el susodicho corresponsal vaticano se ha tomado un café con Paloma Gómez Borrero. Delante de quien, por cierto, se cuadran como estatuas de mármol los oficiales de la guardia suiza.




Artículo de Juanjo Romero

Ahora que ha comenzado el «campeonato de los vaticanistas» me vino a la cabeza el inicio de «El Napoleón de Notting Hill», de G.K. Chesterton. En él describe la terrible dificultad que había adquirido el juego «Dejar mal al profeta»

“Ahora bien, en los albores del siglo XX el juego de «Dejar mal al profeta» se complicó más que nunca. Ello era que había entonces tal cantidad de profetas y de profecías, que resultaba difícil mofarse de todas sus ocurrencias. El hombre que había hecho por su cuenta y riesgo algo atrevido y descabellado, quedaba al instante paralizado por la idea atroz de que aquello estuviese ya previsto. Nadie, ni el duque que se encaramaba a un poste ni el deán que se emborrachaba, podía sentirse plenamente satisfecho, pues siempre era posible estar cumpliendo una profecía.

En los albores del siglo XX no había forma de saber qué terreno pisaban los listos. Abundaban tanto que un bobo resultaba harto excepcional y, cuando aparecía uno, la multitud lo seguía por las calles, lo enaltecía y le otorgaba algún alto cargo en el Estado. Y todos los listos se dedicaban a presentar informes de lo que iba a pasar en la nueva era, todos ellos muy esclarecedores, todos muy sesudos y desgarrados, todos muy dispares entre sí. Parecía, pues, que el inmemorial juego de la mofa de los antepasados ya no iba a poder jugarse más, porque los antepasados prescindían de la comida, del sueño y del ejercicio de la política, entregados como estaban a meditar noche y día sobre lo que sus descendientes podían hacer”.

Porque en esas estamos. Una patulea de «informadores y opinadores de lo religioso» creen
saber lo que va a ocurrir y lo que está pasando, quién será el próximo Papa y lo más gracioso: por qué. Me pareció injusto que no disfrutásemos con sus profecías fallidas, que en cualquier otro ámbito llevarían consigo tal desprestigio profesional que significaría su desaparición; pero que para un «vaticanista y/o informador religioso» se convierten en galones.
 
Sin lugar a dudas el premio «François Pignon» del cónclave de 2005 se lo llevó José Manuel Vidal, con su pronóstico de que el único que no podría ser Papa, nunca, era Ratzinger. Estableció una marca que parecía insuperable, pero que en los pocos días que llevamos de Sede Vacante pretende ser pulverizada.

Iré registrando todas las «sesudas» informaciones en Storify. Todos los días podréis entreteneros, y por supuesto colaborar dejando enlaces en los comentarios o enviándome la información al correo delapsis@gmail.com o a mi cuenta de twitter @JuanjoRomero, os lo agradeceré. Cuando termine el cónclave daré los premios. Seguro que, como advertía Chesterton, alguien tendrá que acertar. O no.









lunes, 4 de marzo de 2013

Diez respuestas sobre el Cónclave



La preguntas: Qué es el cónclave. Qué origen histórico tiene. Qué normas lo rigen. Dónde tiene lugar. Cómo se asegura el secreto. Quiénes participan. Cuándo empieza. Cómo se desarrolla. Cómo se vota. Cuándo termina.








1. ¿Qué es el cónclave?

El cónclave es la asamblea de los cardenales reunidos para la elección del Romano Pontífice. También se entiende por cónclave el lugar cerrado en el que se celebran los actos de elección.



2. ¿Qué origen histórico tiene?

El cónclave fue instituido por el Papa Gregorio X en la Constitución Apostólica Ubi periculum en el II Concilio de Lion en 1274, para evitar que se repitiera lo sucedido con su propia elección, tras 34 meses de sede vacante. Las autoridades de Viterbo, población donde estaban reunidos los cardenales, encerraron a los electores bajo llave (cum clave, de ahí el origen del término) en el palacio papal para obligarles a tomar una decisión.



3. ¿Qué normas rigen el cónclave?

Las normas de procedimiento, disciplinarias, penales y litúrgicas que regulan el cónclave quieren garantizar:



a) la libertad de los electores;

b) la inmunidad ante las indebidas intromisiones externas;

c) el contexto del retiro sagrado que debe acompañar la elección del Sucesor de Pedro.



Históricamente, las leyes que regulan el cónclave han mantenido ciertas características:



a) un lugar físicamente cerrado;

b) la prohibición de mantener contactos externos;

c) la elección del futuro Papa como único fin y ocupación de los cardenales electores.



Normativa actual:



a) Constitución Apostólica Universi Dominici gregis de Juan Pablo II del 22.II.1996 (UDG).


b) Motus propios De aliquibus mutationibus in normis de electione Romani Pontificis del 11.VI.2007 y Normas nonnullas del 22.II.2013, ambos deBenedicto XVI.

c) Ordo rituum conclavis editado por la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.



4. ¿Dónde tiene lugar el cónclave?

Tradicionalmente, el cónclave correspondía al enclaustramiento de los electores en un lugar cerrado con llave por dentro y por fuera, donde, en un ambiente casi de retiro sagrado, permanecían día y noche hasta la elección del nuevo Papa, sin comunicación externa.



Actualmente, los electores ya no residen junto a la sede de las votaciones, en el Palacio Apostólico, y deben trasladarse a diario. Ahora los actos del cónclave se celebran en dos ámbitos de actividades dentro de la Ciudad del Vaticano, en espacios cerrados a los extraños:



a) El edificio Domus Sanctae Marthae, donde se alojan los cardenales electores y los otros admitidos.



b) La Capilla Sixtina, en el Palacio Apostólico, donde se desarrollan las votaciones, con secreto y control muy rigurosos. Allí el Juicio Universal “contribuye a hacer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado” (UDG).

 

5. ¿Cómo se asegura el secreto?

La seguridad interna corresponde al camarlengo con sus cardenales asistentes y la externa al sustituto de la Secretaría de Estado. Según las sedes:



a) La Capilla Sixtina está absolutamente reservada hasta el final de la elección, para asegurar el secreto total de lo que se hace o dice relativo a la elección del Sumo Pontífice. Se establecen controles técnicos para que no se instale ningún medio de grabación y transmisión, con la ayuda de profesionales de probada confianza y capacidad. En cada votación, todas las puertas permanecen cerradas y se pone guardia a cada ingreso.



b) Desde el comienzo del proceso de la elección hasta el anuncio de la elección del Papa, los locales de la Domus Santa Marta y las zonas destinadas a las celebraciones litúrgicas están cerrados a las personas no autorizadas.



6. ¿Quiénes participan en el cónclave?

Electores: En los actos de voto participan solamente los cardenales electores: los miembros del colegio cardenalicio que no han cumplido los 80 años en el día en que la Sede Apostólica queda vacante, y no han sido canónicamente depuestos ni han renunciado, con el consentimiento del Romano Pontífice.



Personal auxiliar: Está previsto que algunas personas atiendan las necesidades relacionadas con el desarrollo del cónclave y puedan participar en algunos actos y acceder a los electores o a los lugares cerrados. Deben ser autorizadas previamente por el cardenal camarlengo y sus tres asistentes y prestar el juramento previsto. Para estar disponibles, suelen
alojarse en la Domus Santa Marta o en el territorio de la Ciudad del Vaticano.

Constituyen el personal auxiliar:

 

a) el secretario del colegio cardenalicio que actúa de secretario de la asamblea electiva;

b) el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias con ocho ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia;

c) un eclesiástico asistente del cardenal decano;

d) un eclesiástico que predica una meditación a los cardenales electores antes de la primera votación;

e) algunos confesores con conocimiento de varios idiomas;

f) dos médicos;

g) los peritos que llevan a cabo el control técnico con relación al secreto del cónclave;

h) funcionarios de guardia;

i) personal logístico;

j) servicio de comedor y de limpieza;

k) conductores responsables del transporte de los electores al Palacio Apostólico;

l) si lo exigen razones de salud, cada cardenal puede tener consigo un enfermero.



7. ¿Cuándo empieza el cónclave?

El cónclave debe comenzar transcurridos quince días desde el inicio de la Sede vacante, con la posibilidad de que el colegio de los cardenales lo adelante, o lo retrase como máximo a veinte días de esa fecha. Desde que la Sede queda vacante hasta el inicio del cónclave los cardenales se reúnen diariamente en congregaciones generales y particulares.



8. ¿Cómo se desarrolla el cónclave?

El día en que empieza el cónclave, los cardenales electores participan en una solemne celebración eucarística con la misa Pro eligendo Papa (generalmente, en la Basílica de San Pedro por la mañana). Por la tarde, van en solemne procesión, invocando con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo, de la Capilla Paulina a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico. El maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias exclama Extra omnes! y los ajenos al cónclave abandonan la Capilla.



En la Capilla Sixtina los electores prestan el juramento prescrito y –oída una meditación sobre su deber y el bien de la Iglesia universal– proceden a los escrutinios, única forma válida de elección tras la abolición de la aclamación y el compromiso.



Durante el cónclave se prohíben contactos de los electores con el exterior, así como el uso de medios de comunicación.



Cada día hay dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. Se realizan tantos sufragios como sean necesarios para que un candidato reúna como mínimo dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes y votantes.



Si pasan tres días de escrutinios sin resultado positivo, y hasta que se produce la elección, se procede del siguiente modo: los electores hacen una pausa como mucho de un día (con oración, diálogo libre y una exhortación breve del primer cardenal del Orden de los Diáconos), seguida de siete escrutinios; otra pausa, con exhortación del primer cardenal del Orden de los Presbíteros; siete escrutinios; otra pausa, con exhortación del primer cardenal del Orden de los Obispos; siete escrutinios; un día dedicado a la oración, la reflexión y el diálogo. Desde ese momento, solamente podrán ser votados los dos nombres que en el escrutinio precedente obtuvieron la mayoría de los sufragios, manteniendo el requerimiento de mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios. Los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa.



9. ¿Cómo se vota en el cónclave?

Pre-escrutinio:

a) Los ceremonieros preparan las papeletas y distribuyen por lo menos dos o tres a cada cardenal electo. La papeleta es rectangular y se dobla por la mitad, y lleva la frase impresa Eligo in Summum Pontificem en la mitad superior y espacio para escribir el nombre del elegido en la mitad inferior.


b) El último cardenal diácono extrae por sorteo, de entre todos los cardenales electores, tres Escrutadores, tres encargados de recoger los votos de los enfermos (Enfermeros) y tres Revisores.


c) En cada votación, tras la distribución de las papeletas y antes de que los electores empiecen a escribir, el Secretario del Colegio de los Cardenales, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y los Ceremonieros se van y el último cardenal diácono cierra la puerta, abriéndola y cerrándola si por ejemplo los Enfermeros van a recoger los votos de los enfermos.


d) Cada cardenal elector escribe claramente y de modo secreto, con caligrafía lo más irreconocible posible, el nombre de la persona que elige, y dobla dos veces la papeleta.



Escrutinio: 

a) Cada elector, por orden de precedencia, manteniendo levantada la papeleta de modo que sea visible, la lleva al altar, donde están los Escrutadores y sobre el cual está colocada una urna cubierta por un plato para recoger las papeletas. Allí pronuncia el juramento establecido, deposita la papeleta en el plato, con éste la introduce en la urna, se inclina ante el altar y vuelve a su sitio. Está establecido el modo de jurar y votar los cardenales enfermos tanto en la Capilla Sixtina como en Santa Marta.


b) Una vez todos los electores han introducido su papeleta en la urna, los Escrutadores mueven la urna para mezclar las papeletas y las cuentan; si el número de papeletas y electores no coinciden, se queman y se procede a una segunda votación; si coinciden, continúa el recuento.


c) Los Escrutadores proceden a leer y anotar los nombres leídos en cada papeleta. Concluido el escrutinio, suman los votos obtenidos por los varios nombres y los anotan en una hoja aparte. Las papeletas leídas se ensartan en un hilo y al terminar se atan los extremos del hilo.



Post-escrutinio:


a) Los Escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada nombre ha obtenido. Si nadie alcanza los dos tercios de los votos en aquella votación, el Papa no ha sido elegido; si alguno obtiene los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice.


b) En ambos casos, los Revisores comprueban las papeletas y las anotaciones hechas por los Escrutadores.


c) Terminada la revisión, todas las papeletas son quemadas en una estufa (de ahí la fumata), salvo que se deba proceder a una segunda votación, en cuyo caso se queman juntas al final las papeletas de las dos votaciones. También se queman con las papeletas los escritos de cualquier clase que tengan consigo los cardenales relativos al resultado de cada escrutinio.



10. ¿Cuándo termina el cónclave?

El cónclave concluye inmediatamente después de que el Sumo Pontífice elegido haya dado el consentimiento a la elección y haya elegido su nombre, salvo que él mismo disponga otra cosa. El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, que actúa de notario, extiende el acta auténtica de la aceptación y del nombre elegido por el Papa. Si el elegido no es obispo, una vez dado su asentimiento ha de ser ordenado inmediatamente.