Hace
apenas una semana los medios de comunicación de todo el mundo se hacían eco de
un avance supuestamente revolucionario: un equipo de investigadores de la
Universidad de Oregón aseguraba haber obtenido embriones humanos por clonación.
Y ya saben: este avance científico iba a ser sin duda la panacea, la purga de
Benito, el remedio a todos nuestros males. “Mucha publicidad y ninguna ética”,
afirmamos en el comunicado difundido por Profesionales por la Ética esa misma
noche.
Y
miren por donde, parece que no andábamos errados. Ayer mismo los medios de
comunicación afirmaban que un comentario anónimo en una web científica había
denunciado cuatro fallos en la investigación dirigida por Mitalipov. En el año
2005 el surcoreano Woo Suk Hwang ya “coló” este mismo descubrimiento científico
a otra revista científica;
naturalmente, Mitalipov está defendiendo su
investigación y pretende demostrar que efectivamente ha obtenido embriones
humanos mediante clonación.
Independientemente
de lo que suceda con este caso, no se engañen. La clonación de seres humanos es
un fraude porque, sea con fin terapéutico (todavía por demostrar tras la muerte
de una prematuramente envejecida Dolly, la oveja clonada) o reproductivo
(copias idénticas de otros seres humanos a los que se deja crecer) es una
instrumentalización de seres humanos a los que, una vez extraídas las células
madre embrionarias, se les daría matarile. ¿Es ese el futuro que queremos para
la humanidad? ¿Generar seres humanos para destruirlos?
Y el
fraude es que las células madre adultas y las células inducidas reprogramadas
IP’S están teniendo resultados terapéuticos espectaculares. Por ese motivo, en
el mundo solo hay 24 ensayos clínicos con células madre embrionarias frente a
4.099 con células madre adultas.
Todo
el mundo necesita su minuto de gloria pero, por favor, no lo tengan a costa de
destruir vidas humanas. El japonés Shinya Yamanaka, Premio Nobel de Medicina
2012 y codescubridor de las células IP’S,
renunció a investigar con embriones
humanos porque se dio cuenta de que podían ser sus hijas. Esa conciencia le
llevó a avanzar en otra dirección que no implicaba destrucción de seres
humanos.
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