Un matrimonio
generoso tiene más posibilidades de ser feliz. Un estudio publicado por The
Family Watch nos permite comprender por qué los pequeños actos de servicio, las
muestras frecuentes de afecto y el perdón mejoran la convivencia matrimonial.
Artículo de Juan
Messeguer / www.aceprensa.com
En algunas columnas
dedicadas a las relaciones de pareja es frecuente que, por un lado, se exalten
las emociones intensas y, por otro, se haga un elogio de los vínculos frágiles.
Cada cual tendría derecho a vivir romances apasionados, siempre y cuando se
reserve a la vez el suficiente espacio para poner tierra de por medio y evitar
así el escozor de unos compromisos demasiado agobiantes.
Tal y como la
describe el sociólogo Zygmunt Bauman en su libro Amor líquido, la nueva norma
que recomiendan estos consejeros a sus lectores es “que presten más atención a
su capacidad interior para el goce y el placer, así como menos ‘dependencia’ de
los otros, menos atención a las exigencias de los otros, y mayor distancia y
frialdad a la hora de calcular pérdidas y ganancias”.
Semejante norma entronca
con el modelo individualista de matrimonio que, según los autores del estudio
(1), parece estar calando entre muchos norteamericanos. Es a partir de los años
setenta del siglo pasado cuando “el matrimonio empieza a verse como un
instrumento para satisfacer necesidades personales antes que como una
oportunidad para servir al otro cónyuge en la vida corriente, algo que es bueno
para ambos”, explica W. Bradford Wilcox, profesor de sociología de la
Universidad de Virginia, autor de la investigación junto con Jeffrey Dew.
Un contrapeso a esta
visión lo constituyen los hábitos de la generosidad y el sacrificio, los cuales
requieren que ambos cónyuges pongan las necesidades del otro por delante de las
suyas. Sin esa renuncia por parte de ambos, el equilibrio salta por los aires y
la estabilidad matrimonial se tambalea.
Para estudiar cómo
influyen estos hábitos en la satisfacción de los esposos con su matrimonio, los
autores se basaron en la Survey of Marital Generosity. Esta encuesta es una
muestra nacional representativa de individuos casados (1.705 varones y 1.745
mujeres; de ellos, 1.630 estaban casados entre sí) que fueron entrevistados
entre 2010 y 2011. Los encuestados tenían entre 18 y 45 años, aunque los
cónyuges del participante principal podían tener hasta 55 años.
Tres formas de
generosidad
En el estudio, la
generosidad es definida como “la virtud de dar cosas buenas al otro cónyuge
libremente y en abundancia”. Se han valorado tres comportamientos concretos:
los pequeños actos de servicio (por ejemplo, hacer el café por la mañana); las
muestras frecuentes de afecto; y el perdón. Ninguno de estos tres actos son
obligaciones estrictas del matrimonio, como sí lo son la fidelidad, la ayuda
mutua o el apoyo económico.
Según los autores,
el comportamiento generoso es tan decisivo en la vida conyugal porque “envía el
mensaje al otro de que se quiere mantener la relación”. En el caso de los actos
de servicio, por ejemplo, presupone conocer las preferencias del cónyuge;
además, son ocasión para dar nuevas sorpresas y “tienden a provocar un sentido
de gratitud en el cónyuge que los recibe; gratitud que, a su vez, está
vinculada con emociones positivas” como la felicidad.
Por su parte, las
muestras frecuentes de afecto favorecen la empatía y la comunicación. Puede
parecer evidente, pero a menudo estas manifestaciones se pasan por alto cuando
la gente anda de cabeza. A veces ocurre que, al llegar a casa, los esposos se
entretienen con las redes sociales o con la televisión. O bien se entregan a
sus hijos con tanta dedicación que les queda poco tiempo para cultivar su
matrimonio.
Perdonar es un acto
especial de generosidad porque, sin que pueda ser exigido, absuelve de la culpa
al cónyuge por la ofensa recibida o por no haber estado a la altura.
Cuidar lo pequeño
El estudio destaca,
como primera conclusión, que la generosidad de uno de los cónyuges favorece que
ambos esposos –tanto el que da como el que recibe– se sientan mejor en el
matrimonio, lo que a su vez aleja la probabilidad de divorcio.
Un matrimonio generoso
da lugar a un “círculo virtuoso”, de modo que la entrega de uno de los cónyuges
acaba llamando a la entrega del otro. El estudio constata cómo los pequeños
sacrificios pueden aumentar los sentimientos de autoestima del cónyuge que se
beneficia de ellos, así como avivar su sentido de gratitud y aprecio hacia el
que los realiza.
Ahora bien, como
advierten los autores en la discusión de las conclusiones, el comportamiento
generoso no ha de verse como un anzuelo para ganarse el favor del cónyuge. De hecho,
“la generosidad suele estar motivada por el deseo de beneficiar al otro, y no
de recibir algo a cambio. Una conducta basada en el esquema ‘doy para que me
des’ no parece compatible con la idea de la generosidad”.
Otra conclusión
interesante es que para mejorar la convivencia entre los esposos no hace falta
recurrir a grandes gestos de generosidad, sino que a menudo bastarán pequeñas
acciones positivas que introducen mayor novedad en el matrimonio.
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Notas(1) Jeffrey Dew
y W. Bradford Wilcox. “¿Da y recibirás? Generosidad, sacrificio y calidad
conyugal”. 1 septiembre 2012. IFFD PAPERS nº 12. Producido por The Family
Watch.
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