Acaba de trascender
a la opinión pública que se ha aplicado la eutanasia al primer preso en
Bélgica. Un hombre identificado como Frank VDB, que llevaba 20 años en prisión
por dos violaciones con asesinato.
articulo de Juanjo Romero
/ www.conoze.com
Parece ser que
ocurrió hace meses y la noticia se ha conocido por la indiscreción del senador
Louis Ide, que se quejaba de la carencia de servicios sociales en las cárceles
belgas.
Hace año y medio
escribí sobre el tema: Eutanasia en Bélgica: ¿mejor la pena de muerte que la
cadena perpetua?, pero mis previsiones quedaron cortas. El evidente plano
inclinado por el que se precipita la sociedad belga tenía mayor inclinación.
El preso cumplía con
las tres condiciones que exige la ley en Bélgica: el preso tenía una enfermedad
terminal, había reiterado la solicitud de la muerte, y tres médicos ratificaron
de forma independiente la solicitud.
Teniendo en cuenta
que Bélgica los padres pueden solicitarla en nombre de sus hijos pequeños nos
enfrentamos a un panorama insospechado que ya anticipó Philip Nitschke en su
libro de 2005 «Killing Me Softly» y que resumía gráficamente como «la última
frontera de la reforma penitenciaria».
En 2010 se les
denegó la eutanasia a otros dos presos porque el motivo alegado era el
«insoportable sufrimiento a nivel psicológico a causa de su encarcelamiento»
pero desde entonces la ley se ha reformado para que la «falta de ganas de
vivir» sea también un motivo.
El primer
interrogante ético que se abre, y por el que yo creí que tardaríamos al menos
un par de años más, es que con esta acciones se legaliza de modo indirecto la
denostada «pena de muerte»: ¿qué preso no sufre a causa de su encarcelamiento?,
¿condenar a una persona que pueda sufrir este tipo de trastornos no será igual
a condenarlo a muerte? ¿Por qué motivo se evitan con especial vigilancia los
suicidios en prisión?
Y después de ese
interrogante vienen otros que producen mucha más inquietud, pero consecuencia
lógica de haber reducido la dignidad humana a autonomía y utilidad.
Por un lado el
ahorro de costes en sanidad. En muchos países reverdece el Akton T4, cuya
principal justificación era no tirar dinero en gente que no «era rentable»
–vidas dignas de ser vividas–. El ahorro en los inviables Sistemas Sanitarios
occidentales encontraría un alivio económico grandísimo no teniendo que hacerse
cargo de ancianos (que además no contribuyen al sistema de pensiones) y de
enfermos de larga duración.
Pero también el ahorro
de costes en el sistema penitenciario. En España un preso cuesta 1.644€ al mes,
en otros países algo menos, pero para quien piensa que la vida humana no es
digna por sí misma es lógico que se plantee soluciones terribles.
O bien otro tema que
merece consideración aparte como el aumento de transplantes de órganos
procedentes de «eutanasiados», también en Bélgica, of course. Supongo que habrá
quien todavía me considere un alarmista.
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