jueves, 30 de enero de 2014

Alteridad sexual

María Calvo Charro es autora del libro "La alteridad sexual. La verdad intolerable." Editado por Digital Reasons











lunes, 20 de enero de 2014

La generación que construyó España



“¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos”. Aforismo castellano.

Blog de Fernando Sánchez Salinero

Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos. Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa actitud.

Recuerdo que hace años, un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la pare” Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos.

Mis padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos.

Son gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y del nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y amigos.

Y tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas las empresas que hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los españoles.

Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.

La democracia significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto. Y cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:
        
       1) “Que mis hijos no trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y del mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar.

       2) “Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y contrarehipotecas.

Y entonces, eclosionó nuestra generación (yo soy del 67). La generación de los nuevos ricos, la generación
de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”.

Y todos nos volvimos ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas deconstruidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!

Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto.

- ¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un cutre. Mira,
nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una operación por otros 2 más.

- Vosotros sí que sabéis sacar provecho al sistema… 

Ojalá yo algún día pueda deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio tus préstamos!

En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles. Irrumpió  Europa  en  nuestras  vidas  y  llegó  en  forma  de  mega  infraestructuras  que producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas. Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A propósito, ¿qué toca este año?

Si algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y  “que no pare la fiesta”. Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución.

De la siguiente generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la generación que dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.

Si  somos  incapaces  de  volver  a  los  valores  con  los  que  se  construye  una  sociedad sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.

En mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros. Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han sido bastante más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo llamaban así) no debía ser mala receta.

Desde aquí quiero dar las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los nietos.

Estamos  a  tiempo  de  cambiarlo,  pero  cada  vez  tenemos  menos.  Podemos  encontrar maestros en casa.














miércoles, 15 de enero de 2014

El valor de la vida humana ante la fe y la razón



El autor del libro “El rumor inmortal” (Rialp, 2010, pp. 15s.), R. Spaemann, explica así su título: “La existencia del ser al que llamamos ‘Dios’ constituye un antiguo rumor que se resiste a ser acallado".

artículo de Ramiro Pellitero, profesor de Teología  de la Universidad de Navarra / www.religionenconfidencial.com 


"Ese ser no es un fragmento del mundo. Más bien sería causa y origen del universo. Con todo, forma parte del rumor el hecho de que en ese mundo descubrimos rastros de ese origen, lo cual viene a respaldar la fuerza del rumor. Tal es la única razón por la que se oyen tantas cosas acerca de Dios”.

Pues bien, una de esas huellas de Dios es el valor de la vida humana, como “algo que pertenece a la herencia moral de la humanidad”. Lo ha dicho Benedicto XVI en su mensaje para la sesión del “atrio de los gentiles” en Portugal (Guimaraes y Braga, 16-17/XI-2012). Al valor de la vida humana se puede llegar por la razón; al mismo tiempo , ese valor solo se hace patente por la fe. Se trata de uno de los campos (la bioética) en los que la relación entre razón y fe se demuestra enriquecedora para las dos partes. 

Analicemos la argumentación del Papa.

1. Al valor de la vida humana se puede llegar por la razón. Dice la encíclica Evangelium vitae: “Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término” (n. 2). Así lo expresa Benedicto XVI: “No somos un producto casual de la evolución, sino que cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios: somos amados por Él”. En la comienzo de la cita de Evangelium vitae conviene detenerse, para fijarse quizá en ese “aun entre dificultades e incertidumbres”, pues con frecuencia las culturas, sin ir más lejos la nuestra, no están abiertas a esa herencia moral que nos han dejado los mejores representantes de la humanidad.

2. Si el valor de la vida se puede comprender por la razón, ¿para qué necesitamos a Dios? El Papa responde evocando una experiencia humana: “La muerte de la persona amada es, para quien la ama, el suceso más absurdo que se pueda imaginar: ella es incondicionalmente digna de vivir, es bueno y bello que exista (el ser, el bien, la belleza, como diría un metafísico, son transcendentales intercambiables). Igualmente –continúa–, la muerte de esta misma persona aparece a los ojos de quien no la ama como un suceso natural, lógico (no absurdo)”. Ante esta situación, se pregunta Benedicto XVI: “¿Quién tiene razón? ¿El que la ama (‘la muerte de esta persona es absurda’) o el que no la ama (‘la muerte de esta persona es lógica’)?”

El Papa entiende que “la primera posición [que la muerte del ser amado es una cosa absurda e irracional] se puede defender solamente si toda persona es amada por un Poder infinito; y este es el motivo por el que necesitamos a Dios”.

En efecto, cabe deducir por nuestra parte : si Dios no existiera, no se plantearía que la muerte no sea natural, pues sobreviene siempre; algo parecido cabría deducir si Dios no fuera un poder infinito. Solamente “protesta” contra la muerte quien no la considera como “natural”, y sabe o intuye que de alguna manera puede ser vencida. Y esa intuición, que manifiesta el que ama, no puede ser una mentira irracional.

Prosigue Benedicto XVI apelando a la experiencia: “De hecho, quien ama no quiere que la persona amada muera; y, si pudiera, lo impediría siempre. Si pudiera... El amor finito es impotente; el Amor infinito es omnipotente”.

Por tanto, podríamos decir, el anhelo de amar eternamente, o tiene un sentido que Dios de alguna manera llena, o no lo tiene; y entonces es un engaño de la naturaleza; pero un engaño “universal”, un sinsentido que se daría en todos los que aman; pero los mejores representantes de las culturas se han negado a aceptar ese sinsentido, sugiriendo que el anhelo de un amor eterno de alguna manera nos vincula a Dios.

3. Pues bien, señala el Papa, la fe confirma el valor de la vida humana con certeza: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3. 16). Sí, interpreta Benedicto XVI, Dios ama a toda persona, y, este amor la hace digna de vivir. En la misma línea lo entiende Juan Pablo II: “La sangre de Cristo, a la vez que revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida” (EV, n. 25).

Aquí surge un problema: “En la época moderna el hombre ha querido sustraerse a la mirada creadora y redentora del Padre (cf. Jn 4, 14), apoyándose sobre sí mismo y no sobre el Poder divino. Casi como sucede en los edificios de cemento armado sin ventanas, donde es el hombre el que controla la ventilación y la luz, igualmente, incluso en un mundo autoconstruido, utilizamos los ‘recursos’ de Dios para transformarlos en nuestros productos”. Se plantea el Papa: “¿Qué decir entonces? Es necesario volver a abrir las ventanas, ver de nuevo la amplitud del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo”.

¿Cómo lograrlo? ¿Cómo hacer justicia a la realidad, concretamente, en cuanto al valor de la vida humana? “De hecho –subrayemos la afirmación de Benedicto XVI– el valor de la vida se vuelve evidente solamente si Dios existe”. 

4. Por eso, retomando un consejo de Pascal a sus amigos no creyentes, que Joseph Ratzinger viene dirigiendo desde 2005 también a los amigos que no creen, propone: “Por eso, sería bello que los no creyentes quisieran vivir ‘como si Dios existiese’”.

En aquella ocasión señalaba: “De este modo, nadie se encuentra limitado en su libertad, pero todas nuestras cosas encuentran un sostén y un criterio del que tenemos urgente necesidad” (Conferencia en Subiaco, 1-IV-2005).

Explica ahora con referencia a los no creyentes: “Aunque no tengan la fuerza para creer, deberían vivir sobre la base de esta hipótesis; en caso contrario, el mundo no funciona. Hay tantos problemas que deben resolverse, pero nunca se resolverán del todo, si no situamos a Dios en el centro, si Dios no vuelve a ser de nuevo visible en el mundo y determinante en nuestra vida”.

Insiste recurriendo a la experiencia positiva en alto grado (sobre todo de los santos): “ El que se abre a Dios no se aleja del mundo y de los hombres, sino que encuentra hermanos: en Dios caen los muros de la separación, somos todos hermanos, somos parte los unos de los otros”.

La propuesta de Benedicto XVI “vivir como si Dios existiese” se sitúa en la línea del “rumor inmortal” al que se refiere Spaemann. Como bien observaba
Sandro Magister con motivo de la traducción italiana en 2008, el libro del filósofo alemán es el primero de una colección que lleva por título: “Como si Dios fuese real”.

Por lo demás, parece claro que esa propuesta implica la disposición por ambas partes, creyentes y no creyentes, a purificar, en el  diálogo entre fe y razón, tanto las ideas y las palabras sobre Dios, como el modo concreto de ese “vivir”. El valor de la vida humana crecerá ante la razón y la fe vivida, en la medida en que el testimonio de los cristianos asuma la experiencia universal de una razón y un corazón iluminados y vivificados por Dios.

Así se expresaba Joseph Ratzinger en aquella conferencia de Subiaco: “Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan que Dios sea creíble en este mundo. El testimonio negativo de cristianos que hablaban de Dios y vivían contra Él, ha obscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres que tengan la mirada fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera humanidad.

Necesitamos hombres cuyo intelecto sea iluminado por la luz de Dios y a quienes Dios abra el corazón, de manera que su intelecto pueda hablar al intelecto de los demás y su corazón pueda abrir el corazón de los demás. Sólo a través de hombres que hayan sido tocados por Dios, Dios puede volver entre los hombres”.










lunes, 13 de enero de 2014

Bautizo de Leah Libresco, la atea que convulsionó la blogosfera


Bien empieza lo que bien acaba. Me encanta
seguir las noticias hasta el final, cuando ya han perdido el glamour de la novedad. El domingo 18 de noviembre (2012) Leah Libresco anunciaba en twitter su bautizo

comentario de Juanjo Romero  / infocatolica.com



Una historia apasionante, en la línea de la conversión de la «atea de remate». Todas las conversiones lo son, pero estas tienen su ingrediente especial.


La influyente bloguera Leah Libresco acaba de anunciar que su blog, alojado en Patheos en la categoría de ‘ateismo’, se movía a la de ‘catolicismo’. Un modo bien original de comunicar la dicha que lleva dentro y que parece que le explota desde el Domingo de Ramos, después de un «debate» con amigos católicos.

Leah es una joven filósofa, especializada en ética, que no ha hecho más que recorrer la senda de cualquier pensador honrado, como recomendaba Antony Flew, «sigue el argumento hasta sus últimas consecuencias». Leah era la antítesis de los neoateos, no sólo es amable, abierta, dialogante, también se enfrentaba a la realidad con ansia de búsqueda, sin temor y sin prejuicios.

Empantanada en una disciplina en la que se ahogan los ateos que no abrazan sucedáneos de tipo utilitarista, la ética; Leah profundizó en sus estudios. En su preocupación por el transhumanismo y la moral fundamental descubrió la coherencia del pensamiento cristiano. Como en un brindis lejano da las gracias a otro filósofo que recorrió ese mismo camino en la década de los 80, Alasdair MacIntyre, que le ayudó a descubrir la virtud y a cruzar el Tiber. Lo resume muy bien ella:
Yo creía que la Ley Moral no era más que una verdad platónica, abstracta y distante. Resulta que ahora creo que es una especie de Persona, además de la Verdad.
No hubo una comprehensión (sí, con hache) total de Dios. No. Las «conversiones intelectuales» en este sentido no existen. Existen personas que se convierten. En estos casos suele haber una mezcla de maravilla ante la Verdad o de remoción de un obstáculo que impide la acción de la Gracia que siempre estuvo ahí. La Fe se puede perder, pero no se puede ganar, es don. Así se encuentra la joven filósofa, sabiendo que todavía tiene que encajar algunas piezas intelectualmente, pero confiada y como le gusta repetir, orante, «rezando la Liturgia de las Horas».

Al margen de los interesantes aspectos teológicos que han movido a Leah Libresco, me interesa otro aspecto de su historia, y que quizá ayude a los alumnos que a la vuelta del verano entrarán en la Universidad.

Leah creció en un ambiente muy descreído, tanto que cuando llegó a la universidad –Yale– uno de sus compañeros en clase de Historia preguntó si los luteranos todavía existían. Para ella fue un shock encontrarse con cristianos que no sólo amaban las matemáticas, es que en su perfección veían una prueba de la existencia de Dios. Se encontró con cristianos con los que podía «debatir», y que le retaban en sus convicciones. Nunca rehuyó el desafío.

Comenzó "a salir" con un chico creyente, a pesar de los inconvenientes que podía plantearle la situación, de ahí el título de su blog «Unequally Yoked» –yugo desigual– [1]. Llegaron a un acuerdo: ella iría a misa los domingos con él y él a baile de salón con ella.

Intercambiaron libros. Él comenzó con Lewis y Chesterton. Más tarde San Agustín, Newman, y Edith Stein. Ella tuvo problemas para dárselos a él, ya que la mayoría de los «libros de ateismo» no son propositivos, simplemente se centran en rebatir a los evangélicos. No había nada que compartir con su novio. Fue uno de los propósitos del blog: buscar y debatir.

Compartieron dos años de noviazgo, de ilusiones, luego la cosa no marchó y con naturalidad tomaron rumbos distintos.Y con esa naturalidad, la Leah atea contaba su historia. Estaré pendiente por si la amplía, debe ser maravilloso poder mirar atrás y ver iluminado de otro modo todos esos acontecimientos.
Ojalá hubiese muchas experiencias universitarias similiares.

Supongo que incidir sobre la importancia del apostolado de amistad, de la necesidad de formación, de las buenas lecturas, de que Cristo también está en las actividades intelectuales, sería insultar la inteligencia de mis lectores, así que no lo haré.





Nota

[1] ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? (II Cor 6, 14)













lunes, 6 de enero de 2014

Infanticidio


Los nuevos Herodes