ROMA,
28 octubre 2002 (ZENIT.org)
— ¿Qué
es el genio femenino, según el Papa?
— Juan
Pablo II usa este término por primera vez en la carta apostólica «Mulieres
Dignitatem», y en textos posteriores ha intentado esclarecer de qué se trata.
Podríamos
definir el genio femenino como el conjunto de los dones específicamente
femeninos –comprensión, objetividad de juicio, compasión, etc.– que se manifiestan
en todos los pueblos.
Estos
son una manifestación del espíritu, un don de Dios para realizar la vocación de
asegurar la sensibilidad para el hombre.
El
genio femenino es la condición para una profunda transformación de la civilización
actual.
El
Papa ha dicho en más de una ocasión que hay sistemas que alimentan estructuras
de pecado, de muerte, y que se necesitan estructuras de vida. El genio femenino
llevaría esta característica de la vida y haría saltar el sistema de muerte.
El
genio femenino no es una serie de dones extraordinarios encarnados en mujeres
extraordinarias. Son dones vividos por mujeres simples que los encarnan en la
normalidad del vivir cotidiano.
Una
de las críticas hechas a Juan Pablo II después de la «Mulieris Dignitatem» era
que parecía que el genio femenino excluía la racionalidad a favor de la
compasión y la sensibilidad.
El
Papa deja muy claro que el genio femenino no es una contribución exclusiva para
la mujer sino para toda la humanidad.
— ¿Juan
Pablo II es el Papa que más ha valorado a la mujer?
— Quizá
el que más, pero no el primero. Hay que ser justos y recordar que Pío XII ya
dijo que la mujer era imagen de Dios y no solo compañera (socia) del hombre.
Y
Juan XXIII hizo una aportación muy buena al hacer notar como signo de los
tiempos la incorporación de la mujer al ámbito público.
Juan
Pablo II ha dedicado mucho espacio a estas consideraciones y ha escrito mucho
sobre la mujer. De hecho, es el único que posee una enseñanza sistemática sobre
la mujer con fundamento bíblico.
Para
este Papa, el papel de la Palabra de Dios es central para fundamentar
antropológicamente la dignidad de la persona mujer.
El
Papa tiene una enseñanza coherente e íntegra sobre la mujer, que se advierte si
se toman los documentos como un grupo doctrinal unido. En este sentido, no se
puede leer por separado la «Mulieris Dignitatem» sin ligarla a la «Redemptoris
Mater», a «Christifidelis Laici” y a “Solecitudo Rei Socialis”.
— ¿Admira
el Papa a la mujer porque está cautivado por la Virgen María?
—Su
pasión por la mujer está ciertamente vinculada a la predilección por María. No
olvidemos su infancia, con la ausencia de su madre, fallecida cuando él era
pequeño.
Lo
que el Papa dice de la mujer lo pronuncia mirando a María. Su mismo emblema
pontificio es un lema mariano: «Totus Tuus».
Para
el Papa, María es la mujer que encarna perfectamente el genio femenino del cual
hablábamos. Ve en ella «la» mujer, y de esta perspectiva emerge su discurso
femenino.
Hay
dos afirmaciones suyas significativas. Una, la que recuerda que la mujer forma
parte de la estructura viviente del cristianismo. La segunda, que la femineidad
pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia.
Así,
vemos cómo la mujer, según el Papa, forma parte constitutivamente de la
estructura eclesial. El Magisterio hace esta afirmación, pero a un nivel
práctico es inusual ver a la mujer en los tejidos estructurales de la Iglesia.
Desde
un punto de vista práctico, este ser de la mujer en la constitución de la
estructura de la Iglesia no se aplica todavía, pero el Papa ya lo vislumbra.
Para
Juan Pablo II, es evidente que en la Iglesia hay una diversa asignación de
papeles, sin olvidar para nada la igualdad en la dignidad de hombres y mujeres.
— La
Iglesia, ¿debería acentuar más su función materna?
—Al
contrario, la Iglesia no puede correr el riesgo de acentuar esta función en
detrimento de su dimensión masculina.
Personalmente
estoy convencida de que la Iglesia necesita el componente masculino, porque el
femenino no puede agotar por sí solo su presentación. Jesucristo se encarnó en
la humanidad, no sólo en el hombre o en la mujer.
La
Iglesia a veces es más autoritaria o maternal que paterna, debería llegar a un
equilibrio. Tenemos necesidad de la concepción y aportación tanto femenina como
masculina.
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