«Los tiempos discurrirán en la dirección que decidamos imprimirles. Ninguna ley histórica condena a las sociedades a «progresar» indefinidamente hacia la anomia y la disolución de vínculos»
FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS/ CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA DEL DERECHO
“ABC”, 28/04/2011 -
El Parlamento de Budapest aprobó el pasado 18 de abril la nueva Constitución de Hungría. El texto presenta una serie de rasgos del máximo interés, aunque insólitos en la Europa actual. La nueva Constitución es tan políticamente incorrecta que parece un milagro (no es de extrañar que la prensa «progresista» ande rasgándose las vestiduras).
La Constitución reconoce explícitamente la importancia del pasado cristiano en la forja de la identidad húngara. Es decir, adopta una postura diametralmente opuesta a la que caracterizó a la abortada Constitución europea (que omitió cualquier mención del Cristianismo, aunque sí citaba a Grecia, Roma y la Ilustración). Hungría no participa, pues, de la patológica actitud de autonegación histórico-cultural que caracteriza a muchos países occidentales.
Reconocer las raíces cristianas no es más que un acto de justicia histórica: una constatación fáctica (el país ha sido cristiano mucho tiempo, y eso ha dejado huellas en su identidad), no una profesión de fe (de hecho, Hungría es hoy día uno de los países más descristianizados).
La gran campanada, sin embargo, viene con los artículos que proclaman que el Estado protegerá «la institución del matrimonio como una comunidad de vida entre un hombre y una mujer» y que «la vida del feto deberá ser protegida desde el momento de la concepción». Hungría blinda el carácter heterosexual del matrimonio (adelantándose a posibles presiones de la UE en favor de su ampliación a las parejas del mismo sexo) y se incorpora al pequeño grupo de Estados europeos que reconocen el derecho a la vida de los seres humanos no nacidos. Lo primero es una muestra de sentido común (todas las culturas, en todos los tiempos, han sabido que las leyes debían promover la convivencia estable entre hombre y mujer… porque sólo de ahí surgen hijos; la protección especial dispensada a la asociación de hombre y mujer —la única fértil— no implica que otras formas de asociación sean prohibidas). Lo segundo, una inyección de esperanza para la causa pro-vida: la cultura de la muerte no es irreversible; en menos de 20 años, dos importantes países europeos (el primero fue Polonia en 1993) han pasado del aborto libre a una regulación restrictiva.
Los «progresistas», a falta de mejores argumentos, terminan a menudo diciendo que el matrimonio gay y el aborto libre son inevitables porque «la sociedad ha cambiado» y «lo exigen los tiempos». No, los tiempos no exigen nada. Los tiempos discurrirán en la dirección que decidamos imprimirles. Ninguna ley histórica condena a las sociedades a «progresar» indefinidamente hacia la anomia y la disolución de vínculos.
La Hungría que dibuja la nueva Constitución no es un Estado neofascista. Las libertades democráticas y la separación Iglesia-Estado quedan claramente consagradas. Hungría es, simplemente, un país que quiere sobrevivir, y por tanto promueve la vida, penalizando su destrucción en la fase prenatal y promoviendo el «ecosistema» natural de la vida incipiente (la convivencia estable entre hombre y mujer).
Quien lea «Hungría quiere sobrevivir» pensará… ¡qué exageración! No lo es en absoluto. Casi toda Europa tiene unas perspectivas demográficas sombrías, pero en los países eslavos éstas son especialmente aterradoras. Con tasas de fertilidad que oscilan entre los 1.2 y los 1.5 hijos/mujer (el índice de reemplazo generacional es 2.1) y privados de la inmigración que, en Europa occidental, atenúa (aunque insuficiente y transitoriamente) los efectos de la huelga de vientres, los países de Europa del Este parecen abocados al desastre en pocas décadas: colapso socio-económico por insostenibilidad del sistema de bienestar (¿quién pagará las pensiones y la sanidad cuando haya casi tantos jubilados como activos?).
Es el mismo futuro que le aguarda a España (1.3 hijos/mujer). La inmigración no lo solucionará (las tasas de natalidad están cayendo también en Hispanoamérica y el Magreb: pronto no tendrán ya excedentes de población que exportar; y ambos crecen económicamente más rápido que España: a medida que se acorte la diferencia de renta, disminuirá el incentivo para emigrar).
En ese contexto, resulta del máximo interés la posibilidad —necesitada de desarrollo legislativo— abierta por el art. XXI.2 de la Constitución húngara: un sistema de sufragio ponderado que atribuya a las madres tantos votos como hijos tengan a su cargo. La medida sería revolucionaria (rompe con el principio «un hombre, un voto»), pero la Europa post-familiar y post-natal necesita tratamientos de choque. Y, más allá de la aparente desigualdad que introduce, no deja de ser justa: atribuye mayor capacidad de incidencia en la determinación del futuro del país a aquellos que, teniendo hijos, hacen posible que ese futuro exista.
¿Por qué se ha hundido la natalidad en la Europa reciente (la sociedad más próspera de la Historia)? Creo que la causa principal es la generalización de una mentalidad hedonista que considera a los hijos una carga (si el sentido de la vida estriba en pasarlo bien, ¿para qué cargarse con niños?) y de una ética amorosa que excluye el compromiso definitivo y garantiza la perpetua renovabilidad de la pareja (casi nadie se decide a tener hijos con una pareja provisional).
La sociedad debería reverenciar y proteger lo más posible a «los últimos padres»: la fracción menguante de población que todavía hace la «anticuada» apuesta de casarse y tener hijos. Un hombre y una mujer que se dejan ahorros y juventud en cuidar de sus hijos prestan al país un servicio insustituible (que no presta, en cambio, el soltero de oro que prefiere pasar las vacaciones en el Caribe). Ese servicio debe ser reconocido fiscal, simbólica y hasta políticamente. A Europa le va, literalmente, la vida en ello.
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 22 abril 2011 (ZENIT.org).- Publicamos las respuestas que ofreció Benedicto XVI a siete preguntas formuladas por personas de distintos países y sobre distintos argumentos al programa de la televisión pública italiana RAI "A su imagen", emitido a las 14:10 de Roma con motivo del Viernes Santo.
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--Santo Padre, quiero agradecerle su presencia que nos llena de alegría y nos ayuda a recordar que hoy es el día en que Jesús demuestra su amor de la manera más radical, muriendo en la cruz como inocente. Precisamente sobre el tema del dolor inocente es la primera pregunta que viene de una niña japonesa de siete años, que le dice: "me llamo Elena, soy japonesa y tengo siete años. Tengo mucho miedo porque la casa en la que me sentía segura ha temblado mucho, y porque muchos niños de mi edad han muerto. No puedo ir a jugar al parque. Quiero preguntarle: ¿por qué tengo que pasar tanto miedo? ¿por qué los niños tienen que sufrir tanta tristeza? Le pido al Papa, que habla con Dios, que me lo explique".
--Benedicto XVI: Querida Elena, te saludo con todo el corazón. También yo me pregunto: ¿por qué es así? ¿Por qué tenéis que sufrir tanto, mientras otros viven cómodamente? Y no tenemos respuesta, pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes, que Dios verdadero se muestra en Jesús, está a vuestro lado. Esto me parece muy importante, aunque no tengamos respuestas, aunque permanezca la tristeza: Dios está a vuestro lado, y tenéis que estar seguros de que esto os ayudará. Y un día podremos comprender por qué ha sucedido esto. En este momento me parece importante que sepáis que "Dios me ama", aunque parezca que no me conoce. No, me ama, está a mi lado, y tenéis que estar seguros de que en el mundo, en el universo, hay muchas personas que están a vuestro lado, que piensan en vosotros, que hacen todo lo que pueden por vosotros, para ayudaros. Y ser conscientes de que, un día, yo comprenderé que este sufrimiento no era algo vacío, no era inútil, sino que detrás del sufrimiento hay un proyecto bueno, un proyecto de amor. No es una casualidad. Siéntete segura. Estamos a tu lado, al lado de todos los niños japoneses que sufren, queremos ayudaros con la oración, con nuestros actos, y debéis estar seguros de que Dios os ayuda. Y de este modo rezamos juntos para que os llegue la luz cuanto antes.
--La segunda pregunta nos pone delante de un calvario, porque se trata de una madre que está junto a la cruz de un hijo. Es italiana, se llama María Teresa y le pregunta: "Santidad, el alma de mi hijo, Francesco, en estado vegetativo desde el día de Pascua del 2009, ¿ha abandonado su cuerpo, dado que está totalmente inconsciente, o está todavía en él?
--Benedicto XVI: Ciertamente el alma está todavía presente en el cuerpo. La situación es algo así como la de una guitarra que tiene las cuerdas rotas y que no se puede tocar. Así también el instrumento del cuerpo es frágil, vulnerable, y el alma no puede "tocar", por decirlo en algún modo, pero sigue presente. Estoy también seguro de que esta alma escondida siente en profundidad vuestro amor, a pesar de que no comprende los detalles, las palabras, etc., pero siente la presencia del amor. Y por esto vuestra presencia, queridos padres, querida mamá, junto a él, horas y horas cada día, es un verdadero acto de amor muy valioso, porque esta presencia entra en la profundidad de esta alma escondida y vuestro acto es un testimonio de fe en Dios, de fe en el hombre, de fe, digamos de compromiso a favor de la vida, de respeto por la vida humana, incluso en las situaciones más trágicas. Por esto os animo a proseguir, sabiendo que hacéis un gran servicio a la humanidad con este signo de confianza, con este signo de respeto de la vida, con este amor por un cuerpo lacerado, un alma que sufre.
--La tercera pregunta nos lleva a Irak, entre los jóvenes de Bagdad, cristianos perseguidos que le envían esta pregunta: "Saludamos al Santo Padre desde Irak --dicen--. Nosotros, cristianos de Bagdad, somos perseguidos como Jesús. Santo Padre, ¿cómo podemos ayudar a los miembros de nuestra comunidad cristiana para que se replanteen el deseo de emigrar a otros países, convenciéndoles de que marcharse no es la única solución?
--Benedicto XVI: Quisiera en primer lugar saludar con todo el corazón a todos los cristianos de Irak, nuestros hermanos, y tengo que decir que rezo cada día por los cristianos de Irak. Son nuestros hermanos que sufren, como también en otras tierras del mundo, y por esto los siento especialmente cercanos a mi corazón y, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos que hacer todo lo posible para que puedan resistir a la tentación de emigrar, que --en las condiciones en las que viven-- resulta muy comprensible. Diría que es importante que estemos cerca de vosotros, queridos hermanos de Irak, que queramos ayudaros y cuando vengáis, recibiros realmente como hermanos. Y naturalmente, las instituciones, todos los que tienen una posibilidad de hacer algo por Irak, deben hacerlo. La Santa Sede está en permanente contacto con las distintas comunidades, no sólo con las comunidades católicas, sino también con las demás comunidades cristianas, con los hermanos musulmanes, sean chiíes o sunníes. Y queremos hacer un trabajo de reconciliación, de comprensión, también con el gobierno, ayudarle en este difícil camino de recomponer una sociedad desgarrada. Porque este es el problema, que la sociedad está profundamente dividida, lacerada, ya no tienen esta conciencia: "Nosotros somos en la diversidad, un pueblo con una historia común, en el que cada uno tiene su sitio". Y tienen que reconstruir esta conciencia que, en la diversidad, tienen una historia común, una común determinación. Y nosotros queremos, en diálogo precisamente con los distintos grupos, ayudar al proceso de reconstrucción y animaros a vosotros, queridos hermanos cristianos de Irak, a tener confianza, a tener paciencia, a tener confianza en Dios, a colaborar en este difícil proceso. Tened la seguridad de nuestra oración.
--La siguiente pregunta es de una mujer musulmana de Costa de Marfil, un país en guerra desde hace años. Esta señora se llama Bintú y envía un saludo en árabe que se puede traducir de este modo: "Que Dios esté en medio de todas las palabras que nos diremos y que Dios esté contigo". Es una frase que utilizan al empezar un diálogo. Y después prosigue en francés: "Querido Santo Padre, aquí en Costa de Marfil, hemos vivido siempre en armonía entre cristianos y musulmanes. A menudo las familias están formadas por miembros de ambas religiones; existe también una diversidad de etnias, pero nunca hemos tenido problemas. Ahora todo ha cambiado: la crisis que vivimos, causada por la política, está sembrando divisiones. ¡Cuántos inocentes han perdido la vida! ¡Cuántos refugiados, cuántas madres y cuántos niños traumatizados! Los mensajeros han exhortado a la paz, los profetas han exhortado a la paz. Jesús es un hombre de paz. Usted, en cuanto embajador de Jesús, ¿qué aconsejaría a nuestro país?"
--Benedicto XVI: Quiero contestar al saludo: que Dios esté también contigo, y siempre te ayude. Y tengo que decir que he recibido cartas desgarradoras de Costa de Marfil, donde veo toda la tristeza, la profundidad del sufrimiento, y me entristece porque podemos hacer tan poco. Siempre podemos hacer algo: orar con vosotros, y en la medida de lo posible, hacer obras de caridad, y sobre todo queremos colaborar, según nuestras posibilidades, en los contactos políticos, humanos. He encargado al cardenal Tuckson, que es presidente de nuestro Consejo de Justicia y Paz, que vaya a Costa de Marfil e intente mediar, hablar con los diversos grupos, con las distintas personas, para facilitar un nuevo comienzo. Y sobre todo queremos hacer oír la voz de Jesús, en el que usted también cree como profeta. Él era siempre el hombre de la paz. Se podía pensar que, cuando Dios vino a la tierra, lo haría como un hombre de gran fuerza, que destruiría las potencias adversarias, que sería un hombre de una fuerte violencia como instrumento de paz. Nada de esto: vino débil, vino solo con la fuerza del amor, sin ningún tipo de violencia hasta ir a la cruz. Y esto nos muestra el verdadero rostro de Dios, y que la violencia no viene nunca de Dios, nunca ayuda a producir cosas buenas, sino que es un medio destructivo y no es el camino para salir de las dificultades. Es una fuerte voz contra todo tipo de violencia. Invito apremiantemente a todas las partes a renunciar a la violencia, a buscar las vías de la paz. Para la recomposición de vuestro pueblo no podéis usar medios violentos, aunque penséis que tenéis razón. El único camino es la renuncia a la violencia, volver a entablar el diálogo, tratar de encontrar juntos la paz, una nueva atención de los unos a los otros, la nueva disponibilidad para abrirse el uno al otro. Y este, querida señora, es el verdadero mensaje de Jesús: buscad la paz con los medios de la paz y abandonad la violencia. Rezamos por vosotros para que todos los componentes de vuestra sociedad sientan esta voz de Jesús y así vuelva la paz y la comunión.
--Santo Padre, la próxima pregunta es sobre el tema de la muerte y la resurrección de Jesús y llega desde Italia. Se la leo: "Santidad: ¿Qué hizo Jesús en el tiempo que separó a la muerte de la resurrección? Y, ya que en el Credo se dice que Jesús después de la muerte descendió a los infiernos: ¿Podemos pensar que es algo que nos pasará también a nosotros, después de la muerte, antes de ascender al Cielo?
--Benedicto XVI: En primer lugar, este descenso del alma de Jesús no debe imaginarse como un viaje geográfico, local, de un continente a otro. Es un viaje del alma. Hay que tener en cuenta que el alma de Jesús siempre está en contacto con el Padre, pero al mismo tiempo, esta alma humana abraza hasta los últimos confines del ser humano. En este sentido baja a las profundidades, hasta los perdidos, hasta todos aquellos que no han alcanzado la meta de sus vidas, y trasciende así los continentes del pasado. Este descenso del Señor a los infiernos significa, sobre todo, que Jesús alcanza también el pasado, que la eficacia de la redención no comienza en el año cero o en el año treinta, sino que llega al pasado, abarca el pasado, a todas las personas de todos los tiempos. Dicen los Padres de la Iglesia, con una imagen muy hermosa, que Jesús toma de la mano a Adán y Eva, es decir a la humanidad, y la encamina hacia adelante, hacia las alturas. Y así crea el acceso a Dios, porque el hombre, por sí mismo, no puede elevarse a la altura de Dios. Jesús mismo, siendo hombre, tomando de la mano al hombre, abre el acceso. ¿Qué acceso? La realidad que llamamos cielo. Así, este descenso a los infiernos, es decir, a las profundidades del ser humano, a las profundidades del pasado de la humanidad, es una parte esencial de la misión de Jesús, de su misión de Redentor y no se aplica a nosotros. Nuestra vida es diferente, el Señor ya nos ha redimido y nos presentamos al Juez, después de nuestra muerte, bajo la mirada de Jesús, y esta mirada en parte será purificadora: creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, necesitaremos ser purificados. La mirada de Jesús nos purifica y además nos hace capaces de vivir con Dios, de vivir con los santos, sobre todo de vivir en comunión con nuestros seres queridos que nos han precedido.
--También la siguiente pregunta es sobre el tema de la resurrección y viene de Italia: "Santidad, cuando las mujeres llegan al sepulcro, el domingo después de la muerte de Jesús, no reconocen al Maestro, lo confunden con otro. Lo mismo les pasa a los apóstoles: Jesús tiene que enseñarles las heridas, partir el pan para que le reconozcan precisamente por sus gestos. El suyo es un cuerpo real de carne y hueso, pero también un cuerpo glorioso. El hecho de que su cuerpo resucitado no tenga las mismas características que antes, ¿qué significa? ¿Y qué significa, exactamente, "cuerpo glorioso? Y en nuestra resurrección, ¿nos sucederá lo mismo?".
--Benedicto XVI: Naturalmente, no podemos definir el cuerpo glorioso porque está más allá de nuestra experiencia. Sólo podemos interpretar algunos de los signos que Jesús nos dio para entender, al menos un poco, hacia donde apunta esta realidad. El primer signo: el sepulcro está vacío. Es decir, Jesús no abandonó su cuerpo a la corrupción, nos ha enseñado que también la materia está destinada a la eternidad, que resucitó realmente, que no ha quedado perdido. Jesús asumió también la materia, de manera que la materia está también destinada a la eternidad. Pero asumió esta materia en una nueva forma de vida, este es el segundo punto: Jesús ya no vuelve a morir, es decir: está más allá de las leyes de la biología, de la física, porque los sometidos a ellas mueren. Por lo tanto hay una condición nueva, diversa, que no conocemos, pero que se revela en lo sucedido a Jesús, y esa es la gran promesa para todos nosotros de que hay un mundo nuevo, una nueva vida, hacia la que estamos encaminados. Y, estando ya en esa condición, para Jesús es posible que los otros lo toquen, puede dar la mano a sus amigos y comer con ellos, pero, sin embargo está más allá de las condiciones de la vida biológica, como la que nosotros vivimos. Y sabemos que, por una parte, es un hombre real, no un fantasma, vive una vida real, pero es una vida nueva que ya no está sujeta a la muerte y esa es nuestra gran promesa. Es importante entender esto, al menos por lo que se pueda, con el ejemplo de la Eucaristía: en la Eucaristía, el Señor nos da su cuerpo glorioso, no nos da carne para comer en sentido biológico; se nos da Él mismo; lo nuevo que es Él, entra en nuestro ser hombres y mujeres, en el nuestro, en mi ser persona, como persona y llega a nosotros con su ser, de modo que podemos dejarnos penetrar por su presencia, transformarnos en su presencia. Es un punto importante, porque así ya estamos en contacto con esta nueva vida, este nuevo tipo de vida, ya que Él ha entrado en mí, y yo he salido de mí y me extiendo hacia una nueva dimensión de vida. Pienso que este aspecto de la promesa, de la realidad que Él se entrega a mí y me hace salir de mí mismo, me eleva, es la cuestión más importante: no se trata de descifrar cosas que no podemos entender sino de encaminarnos hacia la novedad que comienza, siempre, de nuevo, en la Eucaristía.
--Santo Padre, la última pregunta es sobre María. A los pies de la cruz, hay un conmovedor diálogo entre Jesús, su madre y Juan, en el que Jesús dice a María: "He aquí a tu hijo" y a Juan: "He aquí a tu madre". En su último libro, "Jesús de Nazaret", lo define como "una disposición final de Jesús". ¿Cómo debemos entender estas palabras? ¿Qué significado tenían en aquel momento y que significado tienen hoy en día? Y ya que estamos hablando de confianza. ¿Piensa renovar una consagración a la Virgen en el inicio de este nuevo milenio?
--Benedicto XVI: Estas palabras de Jesús son ante todo un acto muy humano. Vemos a Jesús como un hombre verdadero que lleva a cabo un gesto de verdadero hombre: un acto de amor por su Madre confiándola al joven Juan para que esté tranquila. En aquella época en Oriente una mujer sola se encontraba en una situación imposible. Confía su Madre a este joven y a él le confía su Madre. Jesús realmente actúa como un hombre con un sentimiento profundamente humano. Me parece muy hermoso, muy importante que antes de cualquier teología veamos aquí la verdadera humanidad, el verdadero humanismo de Jesús. Pero por supuesto este gesto tiene varias dimensiones, no atañe sólo a ese momento: concierne a toda la historia. En Juan, Jesús confía a todos nosotros, a toda la Iglesia, a todos los futuros discípulos a su Madre y su Madre a nosotros. Y esto se ha cumplido a lo largo de la historia: la humanidad y los cristianos han entendido cada vez más que la Madre de Jesús es su madre. Y cada vez más personas se han confiado a su Madre: basta pensar en los grandes santuarios, en esta devoción a María, donde cada vez más la gente siente: "Esta es la Madre." E incluso algunos que casi tienen dificultad para llegar a Jesús en su grandeza de Hijo de Dios, se encomiendan a su Madre sin dificultad. Algunos dicen: "Pero eso no tiene fundamento bíblico". Aquí me gustaría responder con San Gregorio Magno: "En la medida que se leen -dice--, crecen las palabras de la Escritura." Es decir, se desarrollan en la realidad, crecen, y cada vez más en la historia se difunde esta Palabra. Todos podemos estar agradecidos porque la Madre es una realidad, a todos nos han dado una madre. Y podemos dirigirnos con mucha confianza a esta Madre, que para cada cristiano es su Madre. Por otro lado la Madre es también expresión de la Iglesia. No podemos ser cristianos solos, con un cristianismo construido según mis ideas. La Madre es imagen de la Iglesia, de la madre Iglesia y confiándonos a María, también tenemos que encomendarnos a la Iglesia, vivir la Iglesia, ser Iglesia con María.
Toco ahora al tema de la consagración: los Papas --Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II-- hicieron un gran acto de consagración a la Virgen María y creo que, como gesto ante la humanidad, ante María misma, fue muy importante. Yo creo que ahora es importante interiorizar ese acto, dejar que nos penetre, para realizarlo en nosotros mismos. Por eso he visitado algunos de los grandes santuarios marianos del mundo: Lourdes, Fátima, Czestochowa, Altötting..., siempre con el fin de hacer concreto, de interiorizar ese acto de consagración, para que sea realmente un acto nuestro. Creo que el acto grande, público, ya se ha hecho. Tal vez algún día habrá que repetirlo, pero por el momento me parece más importante vivirlo, realizarlo, entrar en esta consagración para hacerla verdaderamente nuestra. Por ejemplo, en Fátima, me di cuenta de cómo los miles de personas presentes eran conscientes de esa consagración, se habían encomendado, encarnándola en sí mismos, para sí mismos. Así esa consagración se hace realidad en la Iglesia viva y así crece también la Iglesia. La entrega a María, el que todos nos dejemos penetrar y formar por esa presencia, el entrar en comunión con María, nos hace Iglesia, nos hace, junto con María, realmente esposa de Cristo. De modo que, por ahora, no tengo intención de una nueva consagración pública, pero sí quisiera invitar a todos a unirse a esa consagración que ya está hecha, para que la vivamos verdaderamente día tras día y crezca así una Iglesia realmente mariana que es madre, esposa e hija de Jesús.
Entrevista al catedrático de Derecho Rafael Navarro-Valls
MADRID, jueves 24 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La posibilidad de objetar por razones de conciencia ante una obligación impuesta legalmente que se considera injusta, constituye una de las batallas legales más importantes de los últimos años en los países occidentales, en campos tan dispares como la Medicina o la Educación.
España, precisamente, es uno de los países donde la lucha por que el Estado respete el derecho de las personas a negarse a hacer algo moralmente injusto es más evidente, gracias a casos como la asignatura Educación para la Ciudadanía, la nueva ley del aborto o la venta de la píldora abortiva, entre otros.
Sobre esta cuestión, el jurista español Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho y colaborador habitual de ZENIT, donde dirige la columna “Observatorio Jurídico”, acaba de publicar, junto con el catedrático Javier Martínez Torrón, el libro Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia (Editorial IUSTEL).
En esta entrevista concedida a ZENIT explica la naturaleza y los límites de la objeción de conciencia.
- ¿No es un contrasentido que, precisamente en el siglo de los derechos humanos, haya sido necesario desarrollar el derecho a la objeción de conciencia?Rafael Navarro-Valls: La elaboración jurídica de un derecho humano es un proceso largo y, a veces, doloroso. Pasó con las libertades de expresión y religiosa, con el de no discriminación por cuestiones raciales y, ahora, está ocurriendo con el de objeción de conciencia. Respecto a él caben dos posiciones: entenderlo como una especie de “delirio religioso”, una simple excepción a la norma legal, que conviene restringir, o, al contrario, entenderlo como una derivación evidente del derecho fundamental de libertad de conciencia, un verdadero derecho humano.
En esta segunda perspectiva- la correcta- el derecho de objeción de conciencia debe perder su trasfondo de “ilegalidad más o menos consentida”. Solo desde una concepción totalizante del Estado puede mirarse la objeción de conciencia con sospecha, precisamente porque ocupa un lugar central, no marginal, en el ordenamiento jurídico, por la misma razón y de la misma manera que es central la persona humana.
Los poderes públicos están obligados a procurar una adaptación razonable a los deberes de conciencia de los ciudadanos en la medida en que no perjudique un interés público superior. El Tribunal Supremo estadounidense lo ha expresado muy bien: “ Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ninguna autoridad, del rango que sea, puede prescribir lo que es ortodoxo en política, religión u otras materias opinables, ni puede forzar a los ciudadanos a confesar, de palabra o de hecho, su fe en ellas”.
-Existe el derecho a la objeción al servicio militar, a la objeción de conciencia de los médicos, etc. ¿Se puede objetar a todo o hay un límite?Rafael Navarro-Valls: Como ha señalado (1982) el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para que una objeción de conciencia pueda estimarse digna de ser tomada en consideración, la convicción o creencia que la motiva debe proceder “de un sistema de pensamiento suficientemente estructurado coherente y sincero”. Por su parte, una sentencia de la Cámara de los Lores en el caso Williamson (2005), exige, para que una creencia (religiosa o no) pueda ser tomada en cuenta, que sea “coherente con unos estándares elementales de dignidad humana”, referirse a “problemas fundamentales y no a “cuestiones triviales” y revestir un “cierto grado de seriedad e importancia”. Estas características se encuentran más fácilmente en creencias de trasfondo religioso, ya que implican un sistema coherente de creencias. Tal vez por eso, la objeción de conciencia ha marchado históricamente en paralelo con la libertad religiosa, constituyendo una de sus dimensiones más destacadas. Naturalmente, la libertad de conciencia no se agota en el marco de las convicciones religiosas. Existen otras de carácter filosófico, deontológico etc. que también alimentan las objeciones de conciencia.
Aparte de este criterio, en materia de límites de la objeción de conciencia, podemos mencionar algún criterio adicional. Tal vez el más destacable sea el nivel potencial de peligro social de los comportamientos. En principio, la pura actitud omisiva (no realizar un aborto, no formar parte de un jurado, no asistir a unas clases etc.) ante una norma que obliga a hacer algo alcanza una cota de riesgo social menor que otras objeciones que llevan a una actitud activa frente a la norma legal, que prohíbe un determinado comportamiento. Un ejemplo, el TS americano en el caso Reynolds rechazó la pretensión de la Iglesia Mormona, basada en razones de conciencia, de que las leyes penales sobre la poligamia no se aplicaran a los fieles cuya religión se lo permitiera. La práctica de la poligamia, entendió el Tribunal, “contradice el orden público occidental que exige que el matrimonio sea monógamo”.
En fin, por muy elevada que sea la sensibilidad de un determinado Derecho hacia el respeto a la libertad de conciencia, es claro que en algunos supuestos no podrán conciliarse del todo los bienes jurídicos en conflicto, es decir, que no se podrá adaptar la norma jurídica, en su totalidad, a las exigencias morales de conciencia de todos los ciudadanos. En tales situaciones, sin embargo, lo ideal es evitar respuestas simplistas de carácter negativo. El poder político debe hacer un esfuerzo flexibilizador para buscar aquellas soluciones menos lesivas para la conciencia del objetor.
-El caso reciente de la implantación en España de la objeción a la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, ¿entra en la definición de objeción de conciencia?Rafael Navarro-Valls: Desde luego. El derecho a elegir el tipo de educación que queremos dar (o no dar) a nuestros hijos forma parte de nuestro propio derecho a elegir una concepción del bien y a ponerla en práctica, sin interferencia de los poderes públicos. El problema se plantea cuando entre el Estado y los padres se da un desacuerdo sobre cuál es la mejor manera de preparar a los alumnos para participar en la vida política o asegurar su progreso moral.
En estos casos, el Estado puede adoptar dos posiciones. La primera, decidir por sí mismo cuál es la mejor manera de asegurar el desarrollo de las competencias morales, cívicas y políticas de la nuevas generaciones. La segunda, decidir que no le corresponde a él dar una respuesta definitiva a la cuestión. Esta es la postura correcta, desde la vertiente de los derechos humanos y de una democracia madura. Por eso, la imposición legal de una asignatura de formación antropológica y moral con carácter general para todos los alumnos puede ser una clara infracción de los derechos constitucionales que corresponden a los padres, y que justifican que la lesión del derecho fundamental de libertad de conciencia sea amparado.
En esa línea se mueve la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (casos Folgero y Zengin, 2007) y la del TS de los Estados Unidos de América que, en el caso Yoder (1972), ya decidió hace años que la libertad de los padres para educar moralmente a sus hijos está por encima del poder coercitivo del Estado en materia de escolarización obligatoria. De ahí la severa crítica que ha recibido el TS español al decretar en febrero de 2009, el rechazo de la objeción de conciencia planteada por numerosos padres ante la asignatura de Educación a la Ciudadanía. La debilidad del planteamiento jurídico del TS es evidente, cuando se comprueba que las sentencias aludidas van acompañadas nada menos que de diez votos particulares contrarios de los propios magistrados de la Sala. Las sentencias del TS han sido recurridas ante el Constitucional y el Tribunal de Derechos Humanos. Existen fundadas esperanzas de que, al final, los padres objetores sean tutelados en sus derechos.
-¿Podría existir la objeción de conciencia fiscal, por ejemplo, ante el uso de fondos públicos para usos moralmente comprometidos, como el aborto?Rafael Navarro-Valls: Conviene advertir, ante todo, que la objeción de conciencia fiscal no suele ir dirigida contra el acto exigido por la ley – el abono de impuestos- si no más bien contra el destino que se hace de una parte de ellos. Por eso, los llamados objetores fiscales plantean como alternativa destinar a otros fines compatibles con su conciencia la cuota que inicialmente se niegan a pagar. No son, pues, evasores fiscales: su finalidad no es defraudar al fisco, sino evitar contribuir a gastos que entienden inmorales según su conciencia (gastos militares, financiación de abortos etc.). Que yo sepa, se han presentado proyectos de ley a favor de la objeción fiscal en Estados Unidos, Canadá, Holanda, Bélgica, Alemania, Reino Unido Italia y España (éste último en junio de 2005, por el grupo parlamentario ERC). Por ahora no han obtenido la aprobación mayoritaria de las Cámaras. Sin embargo, alguna jurisprudencia canadiense y norteamericana ha aceptado formas similares a la objeción fiscal. En concreto, han protegido a objetores que, por razón de conciencia, rehusaban abonar las cuotas debidas a los sindicatos, destinando su importe a instituciones de beneficencia o charities.
En mi opinión, la aplicación inflexible del principio de no afectación del impuesto –que es el gran obstáculo para admitir la objeción fiscal- está siendo cada vez más contestado por la doctrina jurídica tributaria, hoy más proclive a concepciones impositivas basadas parcialmente en el principio del beneficio en lugar del de capacidad de pago: el ciudadano paga en función del beneficio que recibe de la actuación pública, y no sólo de su capacidad económica. Este tipo de consideraciones facilitarán que, en un futuro no lejano, se tomen en cuenta las opciones de conciencia, incluida la contraria a pagar impuestos destinados a financiar abortos.
- La objeción de conciencia presupone una objeción de conciencia rectamente formada? Es decir, ¿presupone que la ley positiva puede ser injusta, lo cual equivale reconocer un fundamento legal por encima de la ley positiva, una "ley natural" que obliga a la conciencia?Rafael Navarro-Valls: En principio, la objeción de conciencia es un derecho fundamental que, incluso, ampara la llamada conciencia errónea. El Estado no es competente para valorar las motivaciones que mueven a las conciencias de sus ciudadanos.
Pero es evidente que, en muchos casos, el objetor actúa movido por una ley natural que está por encima de la ley positiva. Esto no es una anomalía. Cuando hace años se cumplió el medio siglo del inicio de ese drama judicial que fueron los juicios de Nurembreg se observó que, al rechazar la tesis de la “obediencia debida” a la ley nacional-socialista y a la cadena de mando cuando ordena atrocidades, se potenció la función ética que en la teoría clásica de la justicia corresponde a la conciencia personal. Nuremberg demostró que la cultura jurídica occidental se fundamenta en valores jurídicos radicales, por encima de decisiones de eventuales mayorías o imposiciones plebiscitarias.
-¿Qué opina de las directivas europeas en el caso concreto de la objeción del personal sanitario contra el aborto? ¿Y de la ley del aborto española? ¿Por qué tanta reticencia a reconocer este derecho?Rafael Navarro-Valls: Las reticencias detectables a reconocer este derecho en toda su plenitud, han sufrido un varapalo jurídico severo por la reciente resolución 1763(2010) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. En ella se establece una clara prohibición de coaccionar o discriminar a personas o instituciones que rehúsen –por cualquier razón- participar o colaborar en un aborto voluntario, eutanasia o cualquier acto que cause la muerte de un feto o embrión humano. Al tiempo, invita a los Estados miembros a que desarrollen una normativa que tutele en su plenitud la objeción de conciencia al aborto, garantizando al personal sanitario el derecho a abstenerse en cualquier tipo de prácticas abortivas o eutanásicas.
Respecto a España, la regulación de la objeción de conciencia al aborto que hace la Ley Orgánica 2/2010, en la medida que intenta restringirla, choca frontalmente con la doctrina del Tribunal Constitucional que, ya en el fundamento jurídico 14 de la STC 53/1985, la tutela ampliamente, al declararla parte integrante del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocida por el art. 16.1 de la Constitución española. Por otra parte, las cláusulas de la ley de 2010 que prevén la inserción de técnicas abortivas en los planes curriculares de ciertas carreras sanitarias justifican el que, varias Facultades de Medicina de Universidades españolas, hayan planteado objeción de conciencia institucional a dichas enseñanzas. Su argumentación: “No se puede solucionar la tragedia de un embarazo indeseado con la tragedia superior del aborto. Nuestro compromiso es formar profesionales para curar, investigar y ayudar”. Me recuerda la postura adoptada por dos anestesistas en una penitenciaría americana llamados a inyectar la inyección letal en un condenado a muerte. Su negativa se basó en este argumento: “Nosotros somos médicos, no verdugos”.
-En algunos casos se ha planteado la objeción al diagnóstico prenatal, pues puede suponer una “condena a muerte” del feto. De llevarse esto al extremo, no podrían hacerse siquiera ecografías, pues cualquier diagnóstico podría llevar a la madre a abortar. ¿En qué casos estaría justificado objetar? ¿Hay diferencia entre técnicas invasivas y no invasivas?
Rafael Navarro-Valls: Para entender este tipo de objeciones, que efectivamente ya se han planteado por algunos ginecólogos, conviene recordar que esta técnica médica suele utilizarse para detectar malformaciones genéticas. Por ejemplo, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia recomienda en sus protocolos que la amniocentesis se haga antes de la semana 22, para dar tiempo a abortar legalmente. De ahí que el examen prenatal habitual se relaciona con valores relacionados con la vida humana: afecta a las personas discapacitadas, como individuos y como grupo, así como al respeto a los derechos de autonomía de las mujeres embarazadas.
En este contexto, las objeciones planteadas por ginecólogos se basan en los siguientes razonamientos: 1. No hay nada objetable en hacer controles obstréticos orientados a detectar situaciones que puedan ser prevenidas o puedan tratarse, incluso buscar enfermedades fetales para ser tratadas intraútero o tras el nacimiento; 2. Pero, a veces, el diagnóstico prenatal supone un riesgo potencial desproporcionado para el hijo en gestación o carece de utilidad terapéutica. En estos supuestos se convierte en un instrumento eugenésico. Los hijos pueden ser abortados (y de hecho a veces lo son) con diagnósticos leves: labio leporino, pie zambo, patologías curables, como cardiopatías etc.; 3. Es en estas situaciones cuando se han planteado las objeciones. En España, se han aceptado judicialmente la adopción de medidas cautelares para que el ginecólogo objetor pueda dejar de hacer esos diagnósticos, “pues los perjuicios que se le pueden causar serían de difícil reparación” (STSJ de Andalucía, 30 septiembre 2008).
-Por último, pongamos el caso de un médico que se ve obligado a objetar ante una práctica médica que considera contraria a su conciencia. ¿Qué pasos debe seguir para tomar esa decisión? La objeción ¿debe ser o no la última posibilidad?Rafael Navarro-Valls: Antes de objetar en conciencia, el médico (incluido el de atención primaria, que en algunos países es el primer obligado por ley a entregar a la mujer gestante la información sobre la práctica abortiva) debe comprobar que el aborto que se le propone es legal, es decir, incluido en los supuestos contemplado por la ley. Si no lo fuera, desde luego debe oponer lo que se llama la objeción de legalidad, es decir, la negativa a realizar una práctica abortiva, que puede ser delictuosa.
Comprobado que el aborto es legal, es cuando puede oponer objeción de conciencia. El modo dependerá de cada legislación. En España, la nueva legislación de 2010 establece que la objeción debe manifestarse “anticipadamente y por escrito”, sin especificar nada más. Lo normal será hacerla ante el hospital o centro asistencial en el que se trabaje. Existen colegios médicos donde existe un registro de objetores: es prudente también que conste en ese registro. Basta objetar una vez y no es necesario ningún tipo de autorización. En caso de negativa por parte de la autoridad superior, es cuando el médico puede iniciar la vía administrativa y luego la judicial hasta que se dicte resolución judicial, hasta agotar todos los recursos. En todo caso, durante la duración de ese proceso judicial el médico no está obligado a realizar el aborto en ningún caso. En España existe una Guía de objeción de conciencia sanitaria al aborto (editada por ANDOC, julio 2010) donde está muy bien explicado todos estos pasos que aquí resumo, al igual que la relación de personas (personal administrativo, médico, paramédico etc.) que gozan del derecho a la objeción. A esta excelente Guía me remito.
Por Inma Álvarez
ARTÍCULO DE ROLAND JOFFE, DIRECTOR DE ENCONTRARÁS DRAGONES (THERE BE DRAGONS) WWW.ELMUNDO.ES /SÁBADO 2 DE ABRIL DE 2011
El director de ‘La misión’ reflexiona sobre la Guerra Civil española y Escrivá de Balaguer, protagonista de su última película, ‘Encontrarás dragones’, recién estrenada: «Si estamos dispuestos a matar a nuestros hermanos por nuestras creencias, ¿qué dice esto de nosotros?» / «Podemos revertir el camino de destrucción y construir la paz practicando el perdón»
“La pregunta que más me han hecho en las últimas dos semanas es qué me motivó a hacer la película Encontrarás dragones, y cuál es mi visión de la Guerra Civil española. Escribí Encontrarás dragones porque no me resigno a vivir en un mundo como el que me ha tocado vivir. Diría que, a mi edad, es una señal de salud mental pensar como el Padre Gabriel –protagonista de mi película La misión–, que «si la fuerza es lo que vale no hay lugar para el amor en el mundo». Por eso he vuelto a España, a una historia que me fascina desde hace tiempo y que ejemplifica como pocas la espiral de violencia omnipresente en la Humanidad.
Una lucha fratricida, la Guerra Civil española, que cinco años antes de su inicio nadie podía adivinar y que se prolongó en el tiempo, como se ha podido ver por las reacciones de unos y de otros hacia la película, arrastrando sus ecos hasta el debate de la historia, ecos que siguen resonando fuerte, tanto que a veces parecen reproducir las voces de la aquella época, y desde fuera a veces producen miedo. La primera línea del guión de esta película es «Todas las guerras comienzan mucho antes de disparar la primera bala y continúan mucho después del efecto de la última».
Aunque lo más cómodo sería seguir viviendo en la tranquilidad intelectual de aposentarse entre el rumor y el mito, en una división entre buenos y malos que exonera de mayores esfuerzos, he querido profundizar en lo que sucedió en España durante la Guerra Civil, sin elegir un bando. Lo que sucedió en España fue una herida que realmente desgarró a familias de la manera más dolorosa y atroz. Hermanos lucharon contra hermanos, ¿pero significa esto que ya no fueran hermanos? Si estamos dispuestos a matar a nuestros hermanos a causa de aquello en lo que creemos, entonces ¿qué dice eso de nosotros, de nuestros valores o principios?
Y es aquí donde las historias de los hombres y mujeres que vivieron la Guerra Civil apelan a cualquier persona, en cualquier lugar del mundo. Los procesos históricos no son más que el conjunto de opciones personales de cada uno, las decisiones que tomamos ante los retos y decisiones que la vida nos presenta, y que determinan las opciones personales de otros muchos. Esos retos se agrandan en tiempos de guerra. Cómo respondemos al odio y al rechazo, o al deseo de venganza y justicia. Estos dilemas son, en cierto sentido, los dragones de mi nueva película, momentos de inflexión en nuestras vidas en los que afrontamos opciones decisivas. Opciones que afectarán a nuestro futuro y al de muchísimas personas. Encontrarás dragones habla de las diferentes opciones que asumimos las personas en esos momentos de inflexión ¿tentaciones, si usted quiere? y de lo difícil ¿y al mismo tiempo necesario? que es salir de los círculos viciosos del odio, el resentimiento y la violencia. Al final, todos nos encontramos ante estas opciones. Todos tenemos que elegir entre el amor y el odio. Optar entre dejarnos vencer por nuestros resentimientos o encontrar la manera de conquistarlos, de superarlos. Ver la vida como una serie de injusticias, de rechazos y heridas, o como una serie de oportunidades, para vencer a esos dragones a través del poderoso deseo de sustituir el odio por el amor.
En ese Madrid convertido en infierno en 1936, Josemaría Escrivá –como había hecho el ficticio Padre Gabriel en la selva amazónica de 1756– escogió «hablar sólo de amor y de Dios» y así lo recogen sus diarios íntimos a los que he tenido acceso. Elegir el amor, él diría el Amor (con mayúsculas) es comprender que el odio es una prisión, optar por la libertad, por ser libres, por el camino de la libertad. Nadie que odia puede ser libre.
Han pasado algunos años de todo eso y las cosas no han cambiado mucho, los conflictos violentos siguen estando presentes en todo el mundo: Israel-Palestina, Coreas, Libia, Uganda. Rene Girard lo expone de forma clara en su teoría mimética. Imitamos los deseos de otros –deseos de poder y riquezas– y eso convierte a los otros en nuestros rivales, en nuestros enemigos. Esa competitividad que reina en nuestra sociedad genera una espiral de violencia omnipresente en la que Ulrich Beck denomina la «sociedad del riesgo», donde el peligro viene sobre todo de los otros, que desean lo mismo que nosotros deseamos. Elegir el amor no es la opción más fácil, no puede serlo. A veces, incluso, puede parecer inhumano. Al final todo se reduce a una pregunta: ¿Este amor es más grande que mi amor propio? Esta es una pregunta importante, y de alguna forma determinó el destino de buena parte de la política de los inicios del siglo XX. A esta pregunta no se puede responder con una actitud de superioridad ni de superficialidad, sólo es posible darle respuesta desde la humildad y la humanidad.
Junto a ésta se plantea otra cuestión de una gran complejidad. Si este amor apasionado se basa en un ideal, o en una idealización, si consiste en la aceptación de un solo modelo de comportamiento humano, ¿cómo se puede evitar caer en el fanatismo o la demonización?
Desde tiempos de la Ilustración, ésta ha sido una cuestión fundamental. ¿Cuántos actos inhumanos, cuántos crímenes se han cometido en nombre del amor por un bien más grande, por un ideal? Me parece que sólo si se comprende la trágica falibilidad de todos los seres humanos y de todos los comportamientos humanos podemos encontrar la senda del entendimiento y de esa profunda empatía, un verdadero sentido de identificación con el otro, que puede liberarnos de la demonización del otro y de las espirales de violencia en las que se encuentran metidos tantos, sin esperanza de salir. Por eso, la escena crucial en Encontrarás dragones es la que sigue a un asesinato atroz. Al instar a sus seguidores a cambiar su ira y su dolor por el amor a cualquier ser humano, Josemaría les permite salir del ciclo de violencia y venganza al que el resto de España está encadenado.
La capacidad de perdonar de los demás perdona a uno mismo. Su belleza es poderosa. El perdón deshiela lo que ha quedado congelado. Toca lo humano en el interior de quien pide perdón y de quién perdona. La fortaleza de ser perdonado. El perdón tiene siempre dos caras y quien no ha aprendido a pedir perdón nunca sabrá perdonar. El que renuncia a pedir perdón se convierte en un hombre que huye, un cobarde. A ellos, a los que pensaron alguna vez como Diego Mendoza –en La misión– que «no hay redención posible», a los que piensan que no hay nada en el mundo capaz de perdonar sus atrocidades les diría, con el Padre Gabriel, que «hay vida, hay una salida». Existe siempre un momento clave donde el perdón es posible. Sí, existe espacio para la esperanza, incluso en las circunstancias más dolorosas, trágicas y terribles, en las que la esperanza parece imposible.
Con Encontrarás dragones no he querido dar lecciones de moral ni de historia, sólo recordar que frente a los que se escudan bajo el «no teníais elección…Tenemos que trabajar en el mundo y el mundo es así», sigo respondiendo que «no, nosotros lo hemos hecho así, yo lo he hecho así». Basta con no perder de vista que podemos ser protagonistas del mundo en el que nos toca vivir pero sólo cuando seamos conscientes de que también podemos ser responsables de su camino de destrucción. Y que podemos revertir ese ciclo de destrucción y construir la paz, practicando el poderoso y bello arte del perdón”.