El
domingo 26 se celebró una nueva “manif pour tous”, frase acuñada contra el
“mariage por
tous”, que ha transformado radicalmente el concepto de matrimonio
en el famoso Código de Napoleón, abriéndolo a parejas del mismo sexo.
artículo
de Salvador Bernal / www.aceprensa.com / jueves 30 de mayo de 2013
Lógicamente, los partidos mayoritarios dieron mucha importancia
política al evento, aunque los organizadores insisten en que su propósito es
estrictamente social y familiar. El ministro del interior, Manuel Valls, llegó
a desaconsejar a la gente que acudieran co n sus hijos, por razones de orden
público: en el fondo, molestan mucho las imágenes de familias amplias, alegres,
que defienden con optimismo y buen humor unos modos de vida que, de hecho, no
coinciden con los resultados de tantos sondeos de opinión.
Nadie
hizo caso al ministro. Más bien, está siendo fuertemente criticado por su
intento de limitar la libertad ciudadana, así como por su amenaza de prohibir a
algunos de los movimientos surgidos en torno a esta cuestión –acusados de
extremismo–, que se han dado a sí mismos el nombre de “primavera francesa”.
La
superación del mayo francés de 1968
Más
entidad tienen algunos análisis que comparan la situación actual con otra primavera
más antigua: el mayo francés. Si algunos principios de aquella gran revuelta en
la Francia del general De Gaulle siguen informando hoy las políticas de
partidos de la izquierda, las diversas “manif pour tous” han desvelado la
existencia de una franja amplia de gente joven que se opone a ese radical
individualismo, que está en el origen de otras muchas injusticias.
Desde
el poder, se intenta combatir el movimiento apelando al orden público, frente a
mínimos incidentes: nada, comparado con los que se produjeron en el Trocadéro
con la celebración del campeonato de fútbol ganado por el París-Saint Germain.
De otra parte, tratan a esa oposición como si fuera algo propio de la extrema
derecha, cuando los hechos demuestran hasta la saciedad que no es así. En fin,
pretenden presentarlo como un intento de la Jerarquía católica de influir en la
vida pública, que dividiría a los propios creyentes…
Nunca
faltan palabras disidentes del resto de un progresismo decadente como el de
Témoignage Chrétien (reducido ya a una mínima presencia digital, aunque tiene
el eco de Le Monde y La Croix). Pero la realidad es que la postura inequívoca
de los obispos franceses poco tiene que ver con viejos confesionalismos: en
este punto, se ha producido una coincidencia casi unánime de todas las
confesiones religiosas.
Nadie
podía imaginar que en Francia se produjera un rechazo tan amplio a un proyecto
que invoca ideas tan suyas como las de igualdad y libertad. Queda por ver ahora
la intensidad en los próximos meses: la presidente de “
Manif pour tous”,
Ludovine de La Rochère, declaró con fuerza al final de la concentración del
domingo que “proseguiremos el combate en toda Francia”.
El
futuro de la protesta social
La
batalla se complica por el interés de algunas formaciones políticas. El apoyo
–como el del presidente de UMP, Jean-François Copé– incluye también una cierta
invitación a trasladar a la política el serio compromiso social que han
desarrollado a lo largo de los últimos meses: en 2014 se celebran elecciones
municipales en el país vecino.
No
faltan quienes intentan dividir a los católicos, resucitando la vieja cuestión
del conservadurismo frente al progreso y la modernidad, con un cierto
enfrentamiento hacia la Jerarquía. Mons. Jean-Luc Brunin, encargado de las cuestiones
de familia y sociedad en la conferencia episcopal francesa, afirma con
claridad: “La Iglesia ha contribuido a la reflexión y a sacar a la sociedad de
la uniformidad de pensamiento que se le ha querido imponer”; y matiza que “no
se ha colocado en un terreno político ni de confrontación”.
Lo
cierto es los militantes de Civitas, organización próxima a los lefebvrianos,
tuvieron su propia manifestación en otra parte de París. Los tres cortejos de
la “manif pour tous”, con participantes que repetían una vez más en su acción de
protesta, acabaron juntos en los Invalides después del mediodía y, según
informa La Croix, “los movimientos de extrema derecha eran invisibles”. Como
declaraba uno
de los portavoces, Tugdual Derville, los ultras no mancharán una
acción que no obedece a ninguno de los “códigos habituales de los movimientos
sociales”: “no defendemos intereses de una categoría, sino a los seres humanos
más frágiles. Justamente porque la ley ha sido promulgada, vamos a convertirnos
en centinelas de la injusticia”.
En
realidad, y a diferencia de las recordadas manifestaciones de 1984 por la
libertad de enseñanza frente a Mitterrand, no existe ahora ningún interés
particular o inmediato: los participantes defienden una visión de la persona
humana en tiempos de crisis de civilización. La incógnita es cómo se articulará
esa protesta social en un futuro inmediato. De momento, ha servido para mostrar
cómo inciden sobre la familia los debates políticos, sociales y religiosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario