En el Encuentro
Mundial de las Familias en Milán Benedicto XVI abordó temas sobre el divorcio,
la conciliación laboral y la crisis económica
BENEDICTO XVI:
Gracias, querido. El punto esencial para nuestra familia era siempre el
domingo, aunque éste empezaba ya el sábado por la tarde. Mi padre nos leía las
lecturas del domingo. Al día siguiente, íbamos juntos a Misa. Mi casa estaba
cerca de Salzsburgo, así que teníamos mucha música -Mozart, Schubert, Haydn- y
cuando empezaba el Kyrie era como si el cielo se abriese. En casa, era muy
importante, naturalmente, la comida juntos. Mi hermano es un gran músico,
componía ya desde pequeño para todos nosotros, y toda la familia cantaba.
Hacíamos viajes juntos y dábamos largos paseos; vivíamos cerca de un bosque, y
caminar por los bosques era algo muy bonito: aventuras, juegos, etcétera.
Veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en nuestros padres y hermanos. Creo
que en el Paraíso debe ser parecido a lo que viví en mi juventud. En este
sentido, espero ir a casa, cuando vaya al otro lado del mundo.
SERGE: Somos Fara y
Serge, y venimos de Madagascar. Nos conocimos en Florencia, donde estábamos
estudiando. Somos novios desde hace cuatro años.
FARA: Queremos
casarnos y construir un futuro juntos. Hay una expresión que nos atrae más que
ninguna otra y, al mismo tiempo, nos asusta: el «para siempre».
BENEDICTO XVI: El
amor es absoluto, lo quiere todo y, por tanto, también la totalidad del tiempo:
es para siempre. Desafortunadamente, el enamoramiento es hermoso, pero quizá no
siempre perpetuo, igual que sucede con el sentimiento: no permanece para
siempre. Por tanto, se ve que el paso del enamoramiento al noviazgo, y luego al
matrimonio, exige varias decisiones y experiencias interiores. Es hermoso ese
sentimiento de amor, pero debe ser purificado, debe recorrer un camino de
discernimiento, es decir, deben entrar también la razón y la voluntad; deben
unirse razón, sentimiento y voluntad. En el rito del Matrimonio, la Iglesia no
dice: «¿Estás enamorado?», sino: «¿Quieres?; ¿estás decidido?». Es decir: el
enamoramiento debe convertirse en verdadero amor, implicando la voluntad y la
razón en un camino, esto es el noviazgo, de purificación. Que todo
el hombre pueda decir: «Sí, ésta es la vida que yo quiero».
NIKOS: Somos Nikos y
Pania, la familia Paleologos. Venimos de Atenas. Cuando sobrevino esta durísima
crisis económica, los clientes se redujeron drásticamente. Llegamos a pagar a
duras penas los sueldos de los dos empleados.
PANIA: ¿Qué puede
decir la Iglesia a estas personas y familias que ya no tienen perspectivas?
BENEDICTO XVI: Las
palabras no bastan. Debemos hacer algo concreto. Debería crecer el sentido de
la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden
realizar, que entiendan que la política es responsabilidad humana y moral
frente a Dios y frente a los hombres. Tal vez el hermanamiento entre ciudades,
entre familias, entre parroquias, podría ayudar. Que una familia de Occidente,
de Italia, de Alemania, de Francia... asuma la responsabilidad de ayudar a otra
familia. Y, del mismo modo, en las parroquias, en las ciudades: que realmente
asuman responsabilidades, ayuden en un sentido concreto.
JAY: Somos la
familia Rerrie y vivimos cerca de Nueva York. Éstos son nuestros seis hijos,
que tienen entre 2 y 12 años.
ANNA: Las
instituciones y empresas no facilitan la conciliación de los tiempos de trabajo
con los de la familia. ¿Cómo ayudar a las familias a vivir la fiesta según el
corazón de Dios?
BENEDICTO XVI: Hay
empresas que ven que conceder un poco de libertad al final repercute en el bien
de la empresa, porque refuerza el amor por el trabajo. Querría invitar desde
aquí a los empresarios a pensar en la familia y a pensar también en cómo ayudar
a que las dos prioridades puedan conciliarse. Me parece muy importante el
domingo, Día del Señor y, como tal, también día del hombre, porque somos
libres. Defendemos la libertad del hombre al defender el domingo y las fiestas
como días de Dios y, por tanto, días para el hombre.
MARÍA MARTA: Me
llamo María Marta, él es Manuel Ángel. Somos de Brasil. Llevamos 34 años
casados y somos ya abuelos. Como médico y psicoterapeuta familiar, entramos en
contacto con muchas familias. Notamos una acentuada dificultad para perdonar y
aceptar el perdón.
MANUEL ÁNGEL:
Algunas de estas personas que se casan de nuevo querrían volver a acercarse a
la Iglesia, pero al no poder acercarse a los sacramentos sienten una gran
desilusión.
BENEDICTO XVI: El
problema de los divorciados que se vuelven a casar es uno de los grandes
sufrimientos de la Iglesia hoy. Y no tenemos simples recetas. Lo más importante
es prevenir, profundizar desde el inicio en el enamoramiento. Además, es bueno
acompañar a las personas en su matrimonio, para que las familias nunca se
encuentren solas. En cuanto a estas personas, debemos decir que la Iglesia las
ama, pero ellas necesitan ver y sentir este amor. Si bien no es posible que
reciban la absolución en la Confesión, pueden tener un contacto permanente con
un sacerdote, con un guía del alma. Aunque no puedan recibir corporalmente la
Comunión, pueden estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Es muy
importante que se les ayude a comprenderlo. Sus sufrimientos son un don para la
Iglesia, porque sirven también a todos los demás para defender la estabilidad
del amor, del Matrimonio.
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