sábado, 22 de diciembre de 2012

Herir la sensibilidad de un creyente levanta ampollas

Por encima de la libertad individual está la dignidad humana. Y respetar las creencias religiosas de una persona es algo básico para su dignidad

Conoce muy bien el Islam; está considerado el mayor experto en esa materia del Vaticano. El padre Miguel Ángel Ayuso Guixot ha pasado 20 años (de 1982 a 2002) como misionero comboniano en países musulmanes como Sudán o Egipto.

Entrevista de Irene Hernández Velasco a Miguel Ángel Ayuso, secretario de consejo pontificio para el diálogo interreligioso del vaticano 


LUGAR DE NACIMIENTO: Sevilla / EDAD: 60 años / FORMACIÓN: Doctor en Teología por la Universidad de Granada / OCUPACIÓN: Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso del Vaticano / AFICIONES: Jugar al parchís, ver cine clásico español y pasear por la playa / SUEÑO: Ser pastor de un rebaño de ovejas. 

Juan Pablo II aseguró en una ocasión que el Dios de los musulmanes es el mismo que el de los cristianos. ¿Lo es? 
Juan Pablo II aseguró que cristianos y musulmanes vivimos bajo el sol de un único Dios, y por eso podemos llamarnos hermanos en la fe de un Dios único. Adoramos al Dios único, pero creemos en él de maneras diferentes.

El diálogo interreligioso no se basa en poner en discusión nuestra creencia en Dios, sino de tratar de compartir los valores que nos unen en vez de concentrarnos en lo que nos separa. Se trata de compartir la riqueza de nuestros valores y de proyectarnos a la construcción de un mundo mejor, uniendo nuestras fuerzas en nombre de Dios.

¿Es el Islam una religión violenta o no? Todos recordamos la polémica desatada cuando en 2006 Benedicto XVI hizo una alusión en Ratisbona en ese sentido...
No, no se puede absolutamente decir que el Islam sea violento. Lo mismo se podría decir de cualquier otra religión. Las religiones no son portadoras de violencia. Si en la historia ha habido o hay formas de violencia cometida en el nombre de Dios no es debida a la religión en sí misma, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres.

Una cosa es que haya personas que manipulen el mensaje religioso y otra lo que propone la religión. Que haya sucesos violentos provocados por quien manipula la religión es condenable, pero el común de los creyentes musulmanes se distingue por su sinceridad y sumisión completa a Dios. Tenemos que distinguir entre el Islam, con su credo, su culto y su religiosidad popular, y el islamismo militante de quien manipula la religión para imponer con la fuerza y la violencia una serie de principios contrarios a la misma religión.

¿Es el problema del Islam un problema de líderes?
Es un problema de educación y de formación. Allí donde hay mayor ignorancia, en los ambientes más desfavorecidos, el islamismo trata de inculcar en el sencillo creyente, muchas veces a través del púlpito, una visión de la fe distorsionada. Por eso hay actitudes y gestos violentos de musulmanes populares, como los que en ocasiones se ven en televisión, que responden a la manipulación y a los sermones incendiarios que se pronuncian en algunas mezquitas.

Pero también creo que desgraciadamente los medios de comunicación informan negativamente sobre el Islam, obviando los valores positivos y convirtiendo esa fe en una especie de crónica negra. Porque la realidad es que existen muchas comunidades musulmanas que hacen cosas positivas de las que no se habla.

Hay que apostar por la educación y la formación, pero no sólo de los musulmanes sino también de los cristianos, porque para que haya diálogo y convivencia primero es necesario el conocimiento recíproco y objetivo entre unos y otros. Hoy vivimos en una sociedad globalizada y pluralista que requiere la integración de todos los colectivos desde el respeto y desde la especificidad de las propias identidades, porque si no lo que conseguimos es un melting pot que nos destruye y nos hace perder nuestros rasgos particulares.

¿Pero cómo se articula esa convivencia, que haya niñas musulmanas que van con velo a un colegio público con crucifijos?
Es una cuestión delicada, pero la base debe ser que las personas que llegan a un país se integran en él aceptando sus normas, leyes y principios. La integración comporta el respeto mutuo.

El inmigrante integrado no es sólo el que es bien acogido sino también el que acepta los principios de la sociedad en la que se inserta y que en varios países de Europa incluye que hayan crucifijos en ambientes públicos, como parte del patrimonio cultural y no sólo religioso. Los conflictos que suelen surgir están generalmente protagonizados por personas que reivindican toda una serie de derechos que no serían necesarios si se integraran realmente en el contexto socio-político.

El problema es la reivindicación exacerbada del individuo, su deificación, de manera que basta una palabra para que condicione a toda la sociedad. El éxito de nuestro futuro no vendrá por la reivindicación radical de derechos individuales sino por nuestra capacidad de saber construir una convivencia plural pero respetuosa con la especificidad de cada uno. 

Hace poco se inauguró en Viena el Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso, del que usted es representante cristiano y cuyo principal benefactor es el rey saudí. ¿Cuál es el objetivo de esa institución?
Nace de la voluntad expresa del rey de Arabia, que quiere contribuir personalmente a crear una Humanidad mejor. Esta institución, que no es saudí sino independiente y reconocida por la ONU, tiene como objetivo contribuir a un diálogo eficaz y respetuoso en favor de la Humanidad, que incluye los derechos humanos fundamentales, en particular la libertad religiosa para toda persona, comunidad y en todas partes. La Santa Sede está particularmente atenta al destino de las comunidades cristianas en países donde esta libertad religiosa no está garantizada...


En la propia Arabia Saudí está prohibido profesar cualquier religión que no sea la musulmana. ¿No le parece contradictorio que el rey Abdalá promueva fuera de su casa el diálogo interreligioso cuando dentro de su propio país practica la represión religiosa?
Es un proceso muy largo, y requiere cambios muy difíciles. El rey Abdalá ha impulsado en estos últimos años un espíritu de diálogo nacional para intentar cambiar algunos aspectos de la realidad de su país. Y eso es algo que hay que valorar, aunque yo no niego la realidad de Arabia Saudí que todos conocemos. Sólo en Arabia habría unos 800.000 católicos que no pueden disfrutar de libertad de culto, que como dijo Juan Pablo II es el primer derecho fundamental. 

Donde no hay libertad religiosa la persona no puede gozar en plenitud de su dignidad. De ahí la necesidad del diálogo interreligioso pues, sin hacer referencia a ningún país, reconozco cuan limitada y restringida está la libertad religiosa en varias partes del mundo. 

¿Cómo ve la Primavera Árabe? La situación en Egipto es muy preocupante...
No me gustan las revoluciones. Prefiero las transformaciones. Creo que con la Primavera Árabe se ha querido cambiar de ruta para llevar más dignidad a la persona y caminar hacia un modelo de sociedad más equilibrado, más democrático, por utilizar nuestro lenguaje occidental. Hoy vemos partidos políticos que reclaman justicia y desarrollo.

Se trata de ver si efectivamente la transformación de esas sociedades lleva consigo justicia y desarrollo o si es manipulada para islamizarlas aún más. Estamos en un impasse: no sabemos si la Primavera Árabe va a renovar el Islam o si el Islam se va a radicalizar ante el clamor del pueblo pidiendo apertura.

Muchos sacerdotes en países de Oriente Próximo donde los cristianos son minoría defienden regímenes dictatoriales porque aseguran que protegen más a las minorías religiosas que los Gobiernos salidos de las urnas...
El Vaticano invita siempre a ponerse al servicio del bien común, a ser un punto de referencia, un lazo de unión entre todas las comunidades. No me gusta hablar de minorías o de mayorías, sino de ambientes donde el Islam ejerce un liderazgo. La simple tolerancia no elimina las discriminaciones, a veces las reafirma.

Independientemente de los regímenes, lo esencial es reivindicar que no hay ciudadanos de primera o segunda clase. De aquí la importancia de una integración respetuosa, sin infiltraciones, entre los valores que las religiones proponen y el Estado, con sus leyes y sus principios.

Nuestros Gobiernos deben estar muy atentos a lo que los grupos religiosos proponen como valores, no para influir en la política pero sí para promover una mayor justicia social. La libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz. 

Los musulmanes se quejan de ser objeto de «provocaciones» occidentales. Pienso en las caricaturas de Mahoma o en el filme que desató violentas reacciones. ¿Están justificadas esas acusaciones? 
Herir la sensibilidad de un creyente siempre levanta ampollas, así que me parece importante respetar las creencias, los textos, los grandes personajes y los símbolos de todas las religiones. La libertad de expresión individual no se ve mermada porque se respeten los símbolos y creencias de una fe, porque por encima de la libertad individual está la dignidad humana, y respetar las creencias religiosas de una persona es algo básico para su dignidad.

Le pongo un ejemplo: en Sudán, en tiempos de guerra, una persona en una aldea perdida en el desierto, sabiendo que yo era cristiano y misionero, insultó a Jesucristo. Nunca me había pasado algo así. Me sentí profundamente ofendido, humillado. Nunca olvidaré la cara de esa persona, su rostro de odio. Entonces comprendí lo profunda que puede ser la herida de un creyente ridiculizado o humillado. Evidentemente eso no justifica que como reacción haya colectivos que, tras ser incitados, se echen a la calle violando el derecho a la vida, el más fundamental de todos los derechos.

El problema es que lo que en Occidente se considera una simple sátira en zonas musulmanas de Oriente Próximo es visto como una gravísima ofensa... 
Sí, hay una encrucijada de percepciones entre Oriente y Occidente, entre la imaginería cristiana y la carencia de imágenes del Islam. Y, en ese sentido, lo que para nosotros es la normalidad para ellos no lo es. Lo que los cristianos representamos con imágenes los musulmanes lo representan con la escritura. Tienen muy arraigada la no representación de la divinidad y cuando eso ocurre por parte de quien tiene otra perspectiva se produce un choque.

Los esfuerzos deben ir encaminados a construir un respeto mutuo y a evitar los extremos. Creo que ha habido extremo y provocación también desde Occidente, al publicar en cadena varios medios caricaturas de Mahoma y superar la demarcación de la virtud, que es estar en el medio. En un mundo globalizado tenemos que aprender a ser universales, como los derechos.




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