miércoles, 10 de junio de 2009

Yo acuso (España 2009)


LOS MUERTOS DE ATOCHA CLAMAN VENGANZA

Pedro J. Ramírez ( Director del Diario El Mundo ).
Actualizado martes 02/06/2009 10:01 horas

El 10 de enero de 1898, el prestigioso biólogo Émile Duclaux, director del Instituto Pasteur, publicó una carta en el diario parisino Le Siècle con la que abría lo que podríamos llamar el frente científico del caso Dreyfus. Sostenía que se había condenado a un inocente, denunciando la falta de rigor de la instrucción sumarial, la ligereza de la sentencia y la actitud de las autoridades, a las que presentaba encerradas en una cueva para no recibir la luz que podían aportar las pruebas caligráficas, el análisis químico de los documentos o el cálculo matemático de probabilidades.

Aunque sea imposible determinar cuál fue el impulso decisivo, es
evidente que este gesto estuvo entre los detonantes de la mucho más
extensa y célebre misiva que tres días después Émile Zola publicó en
L' Aurore con el título de J'Accuse. Si la ciencia entraba en liza en
pos de la verdad, ¿cómo no iban a hacerlo la literatura y el pensamiento crítico?

Ni Antonio Iglesias está al frente de una gran institución pública
-aunque méritos no le faltarían para ello- ni yo soy el Pedro Zola que
para bien o para mal pintan algunos. Pero, a cambio, su aportación
científica a la causa del esclarecimiento de lo ocurrido en Madrid el
11 de marzo de 2004 es mucho más concreta que la de monsieur Duclaux,
y yo supliré con constancia y empeño mis menores dones literarios.
En todo caso, desde el momento en que conocí el minucioso trabajo de
este químico perfeccionista y abnegado, me pareció que era nuestro
deber moral contribuir a divulgarlo para que el mayor número posible
de ciudadanos tengan elementos de juicio tan decisivos como los que
constituyen sus conclusiones.

Yo no sé lo que ocurrió el 11-M y el trabajo de Antonio Iglesias
tampoco lo desvela. Pero sí demuestra que lo que no ocurrió es lo que
dice la sentencia, porque en todos los restos de los focos se halló
dinitrotolueno y en el único que no había sido lavado con agua y
acetona se halló nitroglicerina, dos componentes que están en el
Titadyn y no en la Goma 2 ECO. Por lo tanto, es científicamente
imposible, químicamente imposible, molecularmente imposible por mucho
que lo afirmen la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo que "toda o
gran parte de la dinamita [que estalló en los trenes] procedía de Mina
Conchita", porque en Mina Conchita había Goma 2 ECO, pero no Titadyn.
La otra gran aportación de este trabajo son los sólidos indicios de la
manipulación policial de la investigación, brillantemente realzados
por el texto de Casimiro García-Abadillo, que más que un prólogo es
una auténtica hoja de ruta del estado de la cuestión. Puede decirse,
pues, que gracias a este libro ya sabemos por culpa de quiénes no
sabemos lo que ocurrió en el 11-M o, al menos, por culpa de quiénes
las posibilidades que un Estado democrático tiene de averiguar la
verdad sobre un atentado político de esa magnitud quedaron infamemente disminuidas.

Poner ahora a esas personas en la picota pública no sólo es un acto de
justicia compensatoria, sino que constituye posiblemente la última
esperanza de reactivar la maquinaria de las instituciones e intentar
limpiar -como escribió Zola- "la mancha de cieno" que ensucia nuestra
dignidad nacional.

Por eso, igual que hizo él hace 111 años -ojalá nos traiga suerte tan
perfecto capicúa-, yo acuso.

YO ACUSO al entonces comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez
Manzano, de mantener una línea de conducta supuestamente orientada a
la ocultación y manipulación de pruebas con flagrante incumplimiento
de sus deberes profesionales, al transgredir los protocolos sobre
recogida y almacenamiento de restos, al asumir unos análisis que no le
habría correspondido realizar, al no poner a disposición de la Policía
Científica los fragmentos obtenidos en los focos de los trenes, al
predeterminar la investigación con la muestra patrón de la Goma 2 ECO
de la que presuntamente salió también el explosivo colocado en la
Kangoo y al proporcionar al juez Del Olmo, a la Comisión de
Investigación parlamentaria y al propio tribunal del 11-M información
falsa o gravemente errónea, perjudicando una y otra vez la búsqueda de
la verdad de lo ocurrido.

YO ACUSO a la perito química de los Tedax con carné profesional 17.682
de mantener una línea de conducta supuestamente orientada a la
ocultación y manipulación de pruebas con flagrante incumplimiento de
sus deberes profesionales, al no redactar y entregar a sus superiores
un informe por escrito especificando los componentes de la dinamita
que identificó en los análisis realizados en el laboratorio de los
Tedax durante el mediodía del 11 de marzo de 2004 y al destruir la
disolución en agua y acetona de los restos empleados, impidiendo así
toda posterior verificación.

YO ACUSO al entonces comisario jefe de la Policía Científica, Carlos
Corrales, de incumplimiento de sus deberes profesionales al no
reclamar de forma fehaciente la entrega de los restos de los focos de
los trenes para su análisis en su laboratorio tal y como era
preceptivo.

YO ACUSO al entonces subdirector general de la Policía, Pedro Díaz
Pintado, y al entonces comisario general de Información, Jesús de la
Morena, de incumplimiento de sus deberes profesionales al consentir
expresa o tácitamente que el jefe de los Tedax no entregara a la
Policía Científica los restos de los focos de los trenes.

YO ACUSO al general Félix Hernando, responsable de la UCO de la
Guardia Civil, de mantener una línea de conducta supuestamente
orientada a la ocultación y manipulación de pruebas con incumplimiento
de sus deberes profesionales, al transmitir a la Comisión de
Investigación parlamentaria, al juez instructor y al propio tribunal
del 11-M información falsa o gravemente errónea sobre la investigación
de la trama de explosivos en Asturias y el papel de sus confidentes en
la misma, y al dar presuntamente instrucciones a su subordinado el
alférez Jaime Trigo para que tratara de destruir la nota informativa
que demostraba esa falsedad.

YO ACUSO al alférez de la UCO Jaime Trigo de mantener una línea de
conducta supuestamente orientada a la ocultación y manipulación de
pruebas al dirigirse al entonces segundo jefe de la Comandancia de
Oviedo, Francisco Javier Jambrina, y pedirle, según su testimonio
judicial, la destrucción de la nota que dejaba en evidencia a su
superior Félix Hernando.

YO ACUSO al actual comisario jefe de la Policía Científica, Miguel
Ángel Santano, y a sus subordinados Pedro Mélida, José Andradas y
Francisco Ramírez de mantener una línea de conducta supuestamente
orientada a la manipulación y ocultación de pruebas al "alterar" de
"forma inveraz" -tal y como ha establecido la Justicia- un informe
pericial que podía contradecir la versión oficial de lo ocurrido,
dejando patente que -al margen de la propia trascendencia de dicho
informe- existía una consigna política para orientar la investigación
en una única dirección.

YO ACUSO al mando de la Policía Científica Alfonso Vega, jefe de la
pericia ordenada por el tribunal del 11-M, de entorpecer la acción de
la Justicia al poner trabas al trabajo de sus compañeros y al alentar
en su propio informe al tribunal las más extravagantes teorías para
tratar de justificar la aparición en los análisis de componentes
químicos que echaban por tierra la versión oficial de los hechos.

YO ACUSO al juez Juan del Olmo de grave negligencia e incompetencia
profesional al permitir la destrucción de pruebas esenciales como los
propios trenes, al no asegurarse de que la Policía hubiera cumplido
los protocolos establecidos para el análisis de explosivos, al
concluir la instrucción sin tan siquiera contar con una prueba
pericial de lo que estalló en los trenes, al permitir el
incumplimiento de las normas de custodia de las pruebas, al orientar
unidireccionalmente las investigaciones y al perseguir con saña sin
"ponderación, mesura ni equilibrio" a los dos policías que podían
poner en evidencia algunos aspectos irregulares de las mismas, tal y
como acaba de establecerlo la Justicia.

YO ACUSO al juez Javier Gómez Bermúdez de negligencia profesional, al
incluir en la sentencia graves errores materiales de carácter fáctico
en relación al resultado de la pericia de explosivos; de
inconsistencia intelectual, al no reflejar en la sentencia las
consecuencias lógicas del resultado de la prueba pericial por él mismo
encargada; de incoherencia personal, al defraudar las expectativas por
él mismo alentadas cuando comunicó a las víctimas que algunos policías
irían "caminito de Jerez"; de frivolidad, imprudencia y posible
revelación de secretos, al colaborar en el libro de su esposa sobre el
juicio, y de manipulación política, al hacer una presentación sesgada,
tendenciosa y distorsionada de la sentencia. Vergüenza sobre
vergüenza.

YO ACUSO a los jueces Alfonso Guevara y Fernando García Nicolás de
negligencia profesional, al suscribir los graves errores materiales de
carácter fáctico incluidos en la sentencia, al respaldar las
inconsecuencias del ponente en relación al resultado de la pericia de
explosivos y al respaldar pasivamente su presentación sesgada,
tendenciosa y distorsionada de la sentencia.

YO ACUSO a la fiscal del caso, Olga Sánchez, y a su superior directo,
el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, de
negligencia profesional e incumplimiento de las obligaciones que se
derivan del Estatuto del Ministerio Público al impulsar una
investigación unidireccional, ceñida a la conveniencia del Gobierno, y
desdeñar el valor probatorio de la evidencia científica mediante
expresiones como: "En los trenes estalló Goma 2 ECO y vale ya" o "Da
igual el explosivo que se utilizara".

No, no da igual el explosivo que se utilizara porque si, tal y como se
deduce del riguroso trabajo del químico Antonio Iglesias, lo que
estalló fue Titadyn, es muy probable que algunos inocentes hayan sido
condenados y no cabe duda de que hay grandes culpables en libertad,
pues nadie ha sido juzgado y condenado por suministrar este explosivo.

No, no vale ya. Por seguir ciñéndome a la estructura e incluso a las
palabras literales de aquel artículo de Zola, en cuanto a estos 18
funcionarios públicos a los que acuso, "debo decir que ni les conozco,
ni les he visto nunca, ni siento particularmente por ellos rencor ni
odio. Les considero como entidades, como espíritus de maleficencia
social. Y el acto que realizo aquí no es más que un medio
revolucionario [yo elegiría un adjetivo más modesto, pues, no en vano,
la democracia ha progresado en los 111 años transcurridos] de activar
la explosión de la verdad y de la justicia".

Zola concluía de forma impactante y melodramática: "Sólo un
sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en
nombre de la humanidad que ha sufrido tanto y tiene derecho a ser
feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se
atrevan a llevarme a los tribunales y que me juzguen públicamente".
Yo suscribo ese mismo espíritu de lucha por la verdad y, por supuesto,
como siempre, asumo las consecuencias de la libre expresión de estas
opiniones. Pero, dicho sea con toda franqueza, aspiro a que los
juzgados sean ellos.

Yo sólo puedo acusarles ante el tribunal de la opinión pública pero
confío en que todos estos indicios, pruebas y argumentos estimulen a
quienes están legitimados para ello a iniciar las acciones pertinentes
para que todas o al menos algunas de estas 18 personas deban rendir
cuentas de sus actos en el plano profesional, administrativo o
eventualmente penal. Sólo procediendo contra ellos podremos ahora
recorrer el camino inverso de las piedras de Pulgarcito hacia el
origen de los hechos y las fuentes de la verdad.

"Así lo espero".






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