Justicia, prudencia, fortaleza y templanza eran las
virtudes que definían la excelencia en la antigua Grecia | "El capitalismo
debe convivir con el cooperativismo", señala Norbert Bilbeny, catedrático
de Ética
La Vanguardia-Vida | 16/07/2012
"Dicen que soy buena persona para desprestigiarme".
Victoria Camps, catedrática de Ética, citaba un chiste de El Roto durante la conferencia que impartió recientemente sobre los valores después de la crisis en la que retrató una sociedad atomizada, sin cohesión y sin visión del bien común. “Valores”. La palabra suena por todas partes en estos tiempos difíciles pero esto no quiere decir que esté llena de contenido. El desastre económico no es ajeno, según coinciden los expertos, a la crisis ética que arrancó en los años ochenta. La cuestión ahora es si empieza a haber respuestas al “vacío moral” que denunciaba Camps.
El
punto de partida, según el análisis que realizan los profesores universitarios
consultados, es que no hay que inventar nada nuevo sino desempolvar los viejos
valores –entendidos en un abanico muy amplio– abandonados en los trasteros
durante décadas. “Sí que observo una resensibilización, cuestiones como la
solidaridad, la justicia y la democracia han vuelto a la palestra, son los
viejos valores que regresan”, señala Norbert Bilbeny, catedrático de Ética
(Universitat de Barcelona). Bilbeny considera que con el reaganismo y el
thatcherismo se inició un proceso de individualización masiva, el paso de la
economía a lo que califica como “egonomía”.
Esta
mirada hacia atrás, hacia los clásicos, es la que propugna Victoria Camps
(Universitat Autònoma de Barcelona), en un reivindicación de la esencia de la
ética. “Lo que necesitamos son valores éticos prioritarios, hay valores
sociales, económicos, deportivos... pero lo principal son los éticos”, señalaba
en un acto de la Diputación de Barcelona. Desde los griegos, explicaba, está
todo inventado, “es la ética de las virtudes”, que hacen referencia a la
excelencia de la persona.
Pero
antes de proseguir con la definición de las virtudes, Camps también relaciona
crisis económica y crisis moral al entender que el pensamiento liberal y
neoliberal ha ido acompañado de un dejar hacer que ha acentuado lo que “nunca”
debe ser prioritario: egoísmo, consumismo, individualismo, corporativismo... La
enfatización de estos “ismos” ha hecho que se diluya la idea del “bien común”,
entendida como el interés general que beneficia a todos y especialmente a los
más débiles.
Pero
no todo es mirar hacia los demás y buscar chivos expiatorios. Hay coincidencia
a la hora de señalar que para salir del erial definido la sociedad, cada uno,
debe saber que es responsable del futuro, de su futuro, aunque la gente esté
harta, con razón, de las clases dirigentes. “Todos tenemos la sensación de que
en muchos aspectos hemos hecho trampas. En el ámbito del sistema democrático,
de las empresas y también de las personas individualmente, a las que nos ha
faltado contención”, indica Ángel Castiñeira, director de la cátedra de
Liderazgos y Gobernanza Democrática (Esade).
Más
allá del diagnóstico, la cuestión es así desempolvar y redimensionar algunos
conceptos, según señalan los profesores consultados, sin caer en moralismos y
entendiendo que se trata de un retrato muy general de la sociedad, que tiene
sus excepciones. Para empezar y desde una perspectiva ética general, Camps
recuerda “la actualidad” de las cuatro virtudes cardinales: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza. La justicia entendida como equidad; la
fortaleza, como la capacidad de tomar decisiones; la templanza, como el control
personal; la austeridad y la prudencia no como miedo sino como reflexión. Estas
eran las virtudes que conformaban “la excelencia” ciudadana y política en la
Grecia clásica y sobre las que Camps propone una reflexión. Una reflexión que,
dice, debe de llevar a recuperar “la responsabilidad moral”, es decir, asumir
unos valores y que cada uno se haga responsable de ellos.
Bilbeny
considera que es necesario restablecer un orden de prioridades, tergiversado
por la doctrina hedonista y el hiperconsumismo –que el impacto de la crisis ha
frenado– pero sin caer en lo que considera la “versión merkeliana del
capitalismo”: una idea del esfuerzo, la austeridad y la disciplina vinculadas a
la culpa, a una “moral calvinista, de la predestinación”. En una visión
general, este catedrático de Ética considera que hay que caminar hacia una
sociedad y una política más pluralista, en los que convivan el cooperativismo y
el colectivismo con el capitalismo.
Y
señala los tres ámbitos sobre los que cree que debe asentarse la sociedad. En
primer lugar, la revalorización de la familia –de cualquier modelo de familia–
como factor socializador y con una mayor relación entre padres e hijos.
Asimismo, subraya el papel de la educación, con una reconsideración de la
figura del maestro. Las familias, dice, han perdido el respeto a los profesores
y esto ha repercutido en el concepto de la disciplina. Por último, destaca el
valor de la solidaridad al entender que se está demostrando en esta crisis que
la gente quiere ayudar. “Hacer personas, hacer hogar, hacer sociedad. Este
–explica– es el vademécum”.
En
las reflexiones sobre el futuro buscando un escenario poscrisis, economía y
ética van –sobre el papel– de la mano. El filósofo Daniel Innerarity
señalaba
el pasado mayo en La Vanguardia la necesidad de regresar a una concepción como
la que tuvieron los grandes economistas, “que fueron también grandes políticos
y hombres de letras (Keynes, Marshall, Marx, Adam Smith..), en la cual la
economía es concebida como un todo en el que intervienen también criterios
políticos, éticos, medioambientales...”.
El
profesor Castiñeira está poniendo negro sobre blanco una reflexión sobre los
valores en el liderazgo empresarial y apuesta por
la transformación de un modelo que, dice, ha llegado a su fin, pese a que
muchos se resistirán al cambio. “No podemos continuar con la economía
especulativa, ni las finanzas especulativas, ni el modelo constructivo, ni
apostar por Eurovegas. La vía de la economía productiva es más lenta, pero dará
más resultados”, señala.
Las
reflexiones están sobre la mesa, algunos caminos se atisban, aunque haya mil
motivos para pensar que los valores seguirán en el desván.
No hay comentarios:
Publicar un comentario